Este es un capítulo de La historia de los griegos (original: The Story of the Greeks, de Hélène Adeline Guerber), traducido y narrado por Francisco Javier Álvarez Comesaña para AcademiaLatin.com.
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Una vez que Edipo se hubo hecho adulto, fue a un festival, donde sus orgullosas maneras provocaron tanto a uno de sus compañeros que este se burló de que no fuera más que un expósito. Edipo, al darse cuenta de las caras conmocionadas de la gente que lo presenció, empezó a pensar, por primera vez, que quizá no le habían dicho la verdad sobre sus orígenes, así que fue a consultar un oráculo.
En vez de darle una respuesta clara —algo que los oráculos raramente hacían—, la voz le dijo: «Edipo, ¡ten cuidado! ¡Estás destinado a matar a tu padre, casarte con tu madre y traer la destrucción a tu ciudad natal!».
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Horrorizado ante la profecía, y creyendo que el rey y la reina de Corinto eran sus padres, y que las predicciones del oráculo amenazaban infortunios para ellos, Edipo tomó la determinación de abandonar su hogar para siempre. Ni siquiera se atrevió a despedirse de su familia, sino que se marchó solo y a pie a continuar su vida en otro lado.
Mientras caminaba, iba pensando en su mala suerte, y cada vez tenía más rabia contra la cruel diosa del destino, a quien le habían enseñado que debía temer. Se le antojaba que esta diosa podía gobernarlo todo según su gusto, y que era ella la que había dicho que él cometería los terribles crímenes que estaba tratando de evitar.
Tras varios días de vagar sin propósito, Edipo finalmente llegó a una encrucijada. Allí se topó con un anciano que iba en un carro, precedido por un heraldo, que le mandó a Edipo de malas formas que dejara pasar a su señor.
Como Edipo había sido criado como un príncipe, estaba acostumbrado a que fueran los demás los que lo dejaran pasar a él. Por tanto, se negó a hacerse a un lado y, cuando el heraldo levantó su vara para golpearle, Edipo sacó la espada y lo mató.
El anciano, indignado por semejante acto de violencia, se bajó del carro y atacó a Edipo, y el joven no sabía que este anciano era su padre Layo, al que fue en esta ocasión que conoció; por tanto, Edipo se lanzó sobre él y lo mató. Los demás sirvientes que iban con Layo también atacaron a Edipo, pero acabaron igualmente muertos.
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Edipo prosiguió tranquilamente su camino, sin sospechar que acababa de cumplirse la primera parte de la predicción del oráculo.
Poco después de esto, Edipo llegó a la ciudad de Tebas. Las calles estaban llenas de gente alborotada, todos ellos hablando a la vez, y el joven príncipe, al escuchar lo que decían, se enteró de la causa de su alboroto.
Por lo visto había un terrible monstruo, conocido como la Esfinge, que se había afincado en uno de los caminos principales que llevaban a la ciudad, y no permitía que pasara nadie si no era capaz de responder a un acertijo. Esta criatura tenía cabeza de mujer, cuerpo de león y alas de águila; y, como se comía a todo aquel que intentaba sin éxito resolver el acertijo, la gente estaba aterrorizada.
Muchas personas habían muerto ya de esta forma, pues, aunque muchos valerosos hombres habían ido a tratar de matarla, habían perdido la vida en el intento, pues nadie era capaz de dañarla sin resolver antes el misterioso acertijo.
El rey Layo, esperando averiguar gracias al oráculo de Delfos la respuesta del acertijo, se había marchado en su carro, pero la gente se alborotó más aún cuando un mensajero vino corriendo a la ciudad y anunció que el rey y todos sus sirvientes habían sido asesinados por bandoleros, y que se habían encontrado los cuerpos en medio del camino.
Edipo no prestó atención a estas noticias, pues no sospechaba en absoluto que aquel anciano al que había matado era el rey, al que todos amaban y por el que ahora todos lloraban con gran llanto.
Sin embargo, le interesaba mucho la historia de la Esfinge, y estaba tan seguro de poder adivinar el acertijo que se marchó inmediatamente al encuentro del monstruo. Caminó atrevidamente por el camino hasta que lo paró la Esfinge, que le dijo que respondiera el acertijo si deseaba seguir vivo: «¿Qué criatura camina sobre cuatro pies por la mañana, sobre dos por la tarde, y sobre tres por la noche?».


Más sobre el enigma de la Esfinge, Edipo, la Esfinge
Tras un momento pensando profundamente, Edipo respondió que esa criatura era el hombre, pues en la mañana de la vida, cuando es bebé, gatea con las manos y las piernas; por la tarde, cuando es adulto, camina erguido; y por la noche, en la vejez, se apoya en un bastón.
Había resuelto el acertijo de la Esfinge, y el monstruo, sabiendo que su poder había llegado a su fin, trató de escapar, pero Edipo no se lo permitió: sacó su espada y fue haciéndola retroceder hasta que cayó por un precipicio a unas afiladas rocas, y acabó despedazada.
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