Este es un capítulo de La historia de los griegos (original: The Story of the Greeks, de Hélène Adeline Guerber), traducido y narrado por Francisco Javier Álvarez Comesaña para AcademiaLatin.com.
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Cerca de la estatua de Milón de Crotona estaba la de Teágenes, otro conocido atleta que vivió muchos años después de Milón. Él también había derrotado a todos sus rivales. Fue el ganador de muchos premios, y todos envidiaban su fuerza y renombre.
Uno de estos hombres en particular, al que había derrotado en los juegos, le tenía especial envidia a él y a los honores que había logrado. Este hombre, en lugar de tratar de superar esos sentimientos tóxicos, solía meterse cada día en el templo para contemplar la estatua de su rival y proferir insultos y juramentos contra ella.
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En su ira, también vapuleaba el pedestal de la estatua todas las noches, esperando que se deteriorara. Una tarde que este envidioso hombre había meneado la imagen de Teágenes más violentamente de lo habitual, el pesado mármol se vino abajo y lo aplastó, matándolo en el acto.
Cuando los sacerdotes llegaron al templo al día siguiente y encontraron el cuerpo sin vida bajo la gran estatua, se sorprendieron mucho. Los jueces se reunieron, como era la costumbre cuando había un crimen de cualquier tipo, para decidir cuál había sido la causa de la muerte.
En Grecia se podía llevar a juicio no solo a los sospechosos vivos, sino también a las cosas inanimadas, por lo que la estatua de Teágenes fue llevada a juicio y acusada y condenada de asesinato.
Los jueces dijeron que, como la estatua había cometido el crimen, merecía ser castigada, por lo que se la condenó a ser arrojada al mar. Esta sentencia apenas se había ejecutado cuando hubo un brote de peste en Grecia; y cuando el aterrorizado pueblo consultó un oráculo para ver cómo curarla, averiguaron que no pararía hasta que la estatua de Teágenes hubiera sido restituida en su pedestal.
Los supersticiosos griegos creyeron estas palabras, sacaron la estatua del mar y la volvieron a colocar en Olimpia. Como la peste terminó poco después de esto, todos estaban seguros de que había sido por obedecer el oráculo, y desde entonces cuidaron de la estatua con sumo cuidado.
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