Este es un capítulo de La historia de los griegos (original: The Story of the Greeks, de Hélène Adeline Guerber), traducido y narrado por Francisco Javier Álvarez Comesaña para AcademiaLatin.com.
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Cuando los reyes y caudillos de los alrededores recibieron el mensaje de Menelao, estaban encantados, pues la guerra era su única ocupación, y se regocijaban con el estruendo de la batalla más que con ninguna otra cosa.
Empezaron a reunir a sus soldados, a preparar sus armas y a tripular sus naves. Entonces invitaron a todo aquel que quisiera unírseles y fueron a Áulide, donde formaron un inmenso ejército.
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Cada contingente estaba liderado por su propio rey o caudillo. Algunos de ellos eran muy valientes, y sus nombres son aún bien conocidos. Los más importantes eran Néstor, el más sabio de su tiempo, a quien todos acudían para pedir consejo; y Odiseo, el más astuto, que era tan inteligente que aventajaba a cualquier otro.
También estaban Áyax, el más fuerte de su tiempo; Tersandro, el nuevo rey de Tebas, que fue con los epígonos; y Agamenón, rey de Micenas, que era el hermano de Menelao, y era el general en jefe de todo el ejército griego.
Los griegos nunca comenzaban una empresa sin consultar los oráculos para averiguar cómo proceder. Por tanto, Agamenón consultó a uno de sus adivinos, que dijo que Troya nunca sería tomada a menos que Aquiles luchara junto a los griegos.
Al oír aquello, los caudillos preguntaron inmediatamente quién era Aquiles, y pronto averiguaron todo sobre él. Era un joven príncipe, de quien se había vaticinado en su nacimiento que había de ser el mejor guerrero de su generación, y que moriría joven. Su madre, que lo amaba con pasión, lloró mucho cuando oyó aquellas palabras, y tomó la decisión de hacer todo lo posible para evitar que la profecía se cumpliera.
Histori(et)as de griegos y romanos

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Primero se llevó a Aquiles, aún bebé, al río Éstige, pues se decía que quienes se bañaban en sus aguas no podían ser heridos. Lo introdujo en el río para que el agua llegara a todas partes de su cuerpo, pero por miedo a que se ahogara lo sujetó por el talón, y lo agarró tan firmemente que el agua nunca llegó a tocar esa parte, y fue varios años después, cuando ya era demasiado tarde para remediarlo, que un oráculo le dijo que Aquiles podía ser herido en el talón, que nunca había sido tocado por las aguas del Éstige.
En cuanto su madre oyó las primeras noticias de la guerra que se preparaba, le dio un vuelco el corazón, pues sabía que Aquiles, que era ya un hombrecito, querría unirse al ejército, y ella temía perderlo. Para evitar que Aquiles tuviera noticias de la guerra, lo convenció para visitar al rey de Esciros. Allí, como de broma, lo vistieron de chica.
Los griegos, cuando oyeron las palabras del oráculo, enviaron heraldos a buscar a Aquiles, pero no pudieron encontrarlo en casa, ni nadie sabía dónde había ido. Como no serviría de nada ir a la guerra sin él, de acuerdo a la respuesta del oráculo, que era creída a pies juntillas, el ejército se quedó parado en Áulide lleno de desesperación.
Odiseo, viendo que nunca podrían comenzar a menos que se encontrara a Aquiles, se ofreció él mismo a ir en su busca. Disfrazado de vendedor ambulante, con un fardo a sus espaldas, fue primero a la casa de Aquiles, donde las chismosas sirvientas le dijeron todo lo que necesitaba saber, y desde allí fue a la isla de Esciros.
Aquiles estaba tan bien disfrazado que Odiseo no pudo distinguirlo de las hijas y sirvientas del rey, por lo que ideó una de sus artimañas para dar con él. Entre los cacharros y baratijas de su fardo colocó una espada de estupenda fabricación y, tras entrar en el palacio, extendió sus mercancías para que las muchachas las vieran.
Ellas se pusieron alrededor y empezaron a coger los adornos y cosméticos, pero Aquiles tomó la espada, la desenvainó y la probó con poderosas estocadas.
Por supuesto, Odiseo pudo ver entonces que no era una muchacha, por lo que se fue hacia él y le comentó todo lo relacionado con la guerra, por lo que Aquiles le prometió que se uniría al ejército griego en Áulide al cabo de unos días.
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