Este es un capítulo de La historia de los griegos (original: The Story of the Greeks, de Hélène Adeline Guerber), traducido y narrado por Francisco Javier Álvarez Comesaña para AcademiaLatin.com.
También en formato pódcast. ¡Apúntate a los demás pódcast de humanidades!
Ya hemos dicho que Atenas era una de las más importantes ciudades de la antigua Grecia, y que, después del heroico autosacrificio de Codro, los habitantes no permitieron que nadie más usara el nombre de rey.
Los hijos de Codro fueron nombrados arcontes, un cargo que al principio se transmitía de padre a hijo, pero que luego era electivo, es decir, que la gente votaba y elegía a sus propios gobernantes. Entonces se elegían nueve arcontes, pero solo gobernaban un año.
Aprende latín y griego antiguo desde cero al mejor precio con esta oportunidad única. Aprovecha el combo latín & griego antiguo por 399 € para siempre.
Accede a las futuras ampliaciones con textos largos, actividades concretas, etc. Un solo pago, acceso para siempre, sin suscripciones recurrentes.
Como estos hombres no recibían un salario por el servicio a la ciudad, solo los ciudadanos más ricos podían aceptar el cargo; y de esta forma, Atenas, de una monarquía o país gobernado por un rey, pasó a ser una oligarquía: gobernada por unos pocos ciudadanos ricos y nobles.
Los ricos llevaban así las riendas del gobierno, por lo que a menudo usaban su poder para oprimir a los pobres, y esto dio lugar a muchas disputas. Poco a poco, las dos partes, los ricos y los pobres, fueron odiándose cada vez más, por lo que se decidió que había que hacer un nuevo código de leyes, y que debían ser obedecidas por todos.
Se eligió a un arconte muy severo llamado Dracón para que, a finales del siglo VII a. C., escribiera estas nuevas leyes, y las hizo tan estrictas y crueles que la menor falta era castigada como si fuera un crimen, y uno podía ser sentenciado a la horca por robar una coliflor.
Cuando los atenienses escucharon estas nuevas leyes, se asustaron. Nunca antes se había conocido tal severidad, y todos decían que las leyes estaban escritas con sangre. Algunos ciudadanos, con la esperanza de que Dracón las cambiara, preguntaron por qué había impuesto un castigo tan terrible por un crimen tan pequeño como robar una coliflor. Dracón respondió que una persona que robaba algo incluso pequeño no era honrada y merecía la muerte; y que, como no conocía un castigo más severo, no podía adjudicar otro para los crímenes mayores.
Histori(et)as de griegos y romanos

Lo más probable es que ames el latín, el griego, el mundo clásico en general...
Si te gustan los griegos y romanos, el mundo antiguo y las historias, historietas y anécdotas… tengo histori(et)as de griegos y romanos para ti.
Cada día recibirás un correo con una histori(et)a de griegos al principio y más tarde de romanos. Las lees en menos de cinco minutos.
Los atenienses habían prometido obedecer las leyes de Dracón, por lo que fueron obligados a someterse por un breve periodo de tiempo. Entonces, enloquecidos por lo estricto de estas, los ricos y los pobres se sublevaron, expulsaron al infeliz legislador de la ciudad, y lo obligaron a irse a la isla vecina de Egina, donde Dracón pasó el resto de su vida.
Entonces la gente se quedó en estado de gran incertidumbre. Las leyes de Dracón eran demasiado severas, pero no tenían otras para gobernar la ciudad. Mientras dudaban sin saber qué hacer, Cilón, un ciudadano ateniense, intentó hacerse rey.
Su primer movimiento fue reunir a unos cuantos de sus amigos e ir en secreto a la Acrópolis, que tomó por sorpresa. Ahora que era dueño de la ciudadela, trató de obligar a los atenienses a que lo reconocieran como su rey, pero se negaron rotundamente a ello.
En lugar de ceder, los atenienses se armaron, se enfrentaron a los rebeldes en una sangrienta batalla y mataron al propio Cilón.
Como su líder estaba muerto, y temían la ira de sus conciudadanos, los amigos de Cilón huyeron despavoridos al templo de la diosa Atenea. Una vez dentro del edificio sagrado, se sintieron bastante seguros, pues no se podía matar a nadie dentro del templo, ni se lo podía sacar por la fuerza.
Aunque no tenían ni comida ni bebida, los rebeldes se negaron a abandonar el templo hasta que el arconte Megacles, temiendo que fueran a morir dentro y de esa forma profanar el templo, prometió que no les haría daño si salían.
Los rebeldes no terminaban de fiarse de la promesa, por lo que salieron del templo agarrados de un cordel, uno de cuyos extremos estaba atado a la estatua de la diosa. De esta forma, seguían bajo su protección, y cualquiera que los tocara sería culpable de un terrible crimen.
Cuando los hombres llegaron a la calle abajo de la colina donde estaba el templo, el cordel al que iban agarrados se rompió de repente. Megacles, el primero en darse cuenta de ello, dijo que la diosa se negaba a proteger a los rebeldes, y dio órdenes de matar a aquellos desgraciados hombres.
Siguiente: Las leyes de Solón →
Más sobre estos personajes y acontecimientos
En esta entrada aparecen los siguientes personajes y acontecimientos del mundo clásico. Tienes más contenidos sobre ellos: Cilón, Dracón, Megacles, leyes de Dracón.