Este es un capítulo de La historia de los griegos (original: The Story of the Greeks, de Hélène Adeline Guerber), traducido y narrado por Francisco Javier Álvarez Comesaña para AcademiaLatin.com.
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Se dice que le pidieron a Agesilao reunirse con el general persa Farnabazo para parlamentar, algo común entre generales de ejércitos enfrentados. El encuentro se fijó para un día y una hora concreta, bajo un gran árbol, y se acordó que los dos generales se presentaran solo con su séquito personal.
Agesilao, ataviado de forma simple como de costumbre, llegó primero al lugar del encuentro y se sentó en la hierba a los pies del árbol. Entonces comenzó a comerse su acostumbrado almuerzo de pan y cebolla.
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Poco después llegó el general persa con sus ricos atuendos y seguido de sirvientes que llevaban una sombrilla y un gran abanico, así como alfombras para que se sentara, bebidas frías y algunas delicadas viandas.

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Al principio, Farnabazo se pensó que se trataba de un vagabundo que por casualidad se había parado a comer bajo el árbol, pero, cuando descubrió que aquel hombre simple y escuchimizado era realmente Agesilao, el rey de Esparta y vencedor en tantas batallas, se avergonzó de toda su pompa y ordenó a su séquito que se marchara, y entonces se sentó en el suelo junto al rey.
Comenzaron a hablar de asuntos importantes, y Farnabazo estaba lleno de admiración por las cortas pero nobles respuestas que Agesilao tenía para todas sus preguntas. Estaba tan impresionado con el rey espartano que se dieron la mano al terminar la entrevista.
A Agesilao también le agradó Farnabazo, y le dijo que estaría orgulloso de considerarlo su amigo. Lo invitó a abandonar a su amo e ir con él a vivir en Grecia, donde todos los hombres nobles eran libres.
Farnabazo no aceptó la invitación, sino que retomó la guerra, en la que Agesilao continuó obteniendo varias victorias importantes. Cuando el rey persa oyó que ni todos sus soldados podían acabar con el poderío del rey espartano, trató de hacerlo por medio del soborno.
Por tanto, envió un mensajero a Atenas y les prometió a ellos y a sus aliados una enorme suma de dinero si se levantaban contra Esparta, de modo que Agesilao se viera obligado a volver para reprimirla.
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