Este es un capítulo de La historia de los griegos (original: The Story of the Greeks, de Hélène Adeline Guerber), traducido y narrado por Francisco Javier Álvarez Comesaña para AcademiaLatin.com.
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Después de que Dionisio exiliara de Siracusa a Dion, este fue a Grecia, donde era infeliz por no poder ver a su mujer y su hijo, a los que quería mucho.
Cuando se enteró de que el tirano había obligado a su mujer a casarse con otro hombre, juró vengarse de Dionisio. Platón trató de convencerle, en vano, de que no volviera a Siracusa. El joven se negó a escuchar sus consejos y, tras reunir un pequeño ejército, zarpó sin más demora.
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Cuando desembarcaron, aunque era un exiliado, fue recibido con gran alegría por el pueblo, que estaba harto de Dionisio. Cuando les dijo que había vuelto para castigar al tirano, se le unieron y marcharon con él hasta el palacio.
Como Dionisio estaba por entonces fuera de la ciudad, no tuvieron ningún problema en entrar en las dependencias reales, que los pocos amigos del tirano que quedaban por allí abandonaron corriendo para refugiarse en la ciudadela.
Un tiempo después, cuando Dionisio volvió a la ciudad, encontró la bahía bloqueada por una gran cadena extendida para evitar la entrada de cualquier barco, por lo que se vio obligado a retirarse a la ciudadela, adonde los enfurecidos siracusanos fueron para asediarla.
Dion tenía muchísimos amigos y, como sabían que era leal y bienintencionado, todos lucharon a su lado. Sin embargo, igual que era muy estricto consigo mismo, así también trataba a sus conciudadanos con gran rigor, y exigía tal obediencia y virtud que los demás no tardaron en cansarse de su mando.
Aunque estaba siempre listo para recompensar al bueno, Dion castigaba al malvado con tal severidad que pronto se hizo muchos enemigos. Uno de ellos era el almirante Heráclides, que, en lugar de mostrar abiertamente su desaprobación, comenzó a maquinar secretamente contra él.
Dionisio, asediado en la ciudadela, estaba en una desesperada situación entonces y casi había muerto de hambre, pues los siracusanos, temerosos de que escapara, habían construido una muralla alrededor de toda la ciudadela y vigilaban día y noche para evitar que nadie pudiera entrar o salir con comida.
Como Dionisio no tenía ejército y no podía recuperar el trono por la fuerza, decidió hacerlo, si era posible, mediante una estratagema. Por tanto, escribió una carta en la que ofrecía a Dion el trono a cambio de su libertad. El mensaje estaba escrito de forma tan capciosa que parecía que había sido Dion el que le había pedido a Dionisio ser tirano de Siracusa.
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