A menudo despreciamos lo que nos resulta más beneficioso.
Bebiendo un ciervo en cierta fuente cristalina, se vio retratado de cuerpo entero en el agua. Le causó orgullo y admiración la belleza de sus ramosos cuernos, pero, inclinando la vista hacia abajo, se avergonzó y casi maldijo la fealdad y flaqueza de sus patas.
En esto, la trompa del cazador y el ladrido de perros le avisó del peligro que corría y, escapando en veloz carrera por el llano, se libró prontamente de sus terribles perseguidores.
Unas ramas, sin embargo, detuvieron su huida, enredándosele entre los cuernos y, por pronto que quiso desasirse, perros y cazadores dieron sobre el desdichado sin piedad.
Se cuenta que al morir exclamó el ciervo:
—Ahora comprendo, aunque tarde, cuán peligroso era lo que amaba y cuán útil y necesario lo que aborrecía.
Moraleja
Con frecuencia sobrevaloramos lo superficial y despreciamos lo útil.
Información sobre esta fábula
La fábula de «El ciervo y la fuente» está atribuida a Esopo (pero recuerda que la autoría de muchas fábulas es dudosa, a menudo imposible de demostrar y frecuentemente un mismo tema ha sido elaborado por varios fabulistas de diversas épocas).
Protagonistas (animales, personajes u objetos recurrentes en las fábulas):
Temática(s):