La buena obra hecha al ingrato no solo es perdida, sino que además siempre da mal por bien.
El que ayuda al malo e ingrato sepa que recibirá a cambio desagradecimiento y, en lugar de responderle con buena obra, le contrariará, según prueba esta fábula.
Un invierno en que hacía mucho frío y había heladas, un buen hombre, movido por la piedad, acogió en su casa una culebra y la mantuvo todo aquel tiempo. Al llegar el verano, comenzó a hincharse y emponzoñarse la culebra, y a moverse contra el hombre.
Este, viendo su ingratitud, le dijo que se fuese en buena hora de su casa. La culebra, en lugar de subsanar los daños, se volvió contra él.
Moraleja
Esta historia quiere mostrarnos que los ingratos y malos tienden a perjudicar a los que les hacen bien, en lugar de a remunerarles: por la miel les dan veneno, y por el fruto, pena, y por piedad, engaño.