Los malos nunca conocen el bien que les hacen.
Cualquiera que hace bien al malo puede recibir mal por ellos, y no bien. De ello oirás esta fábula.
Comiendo el lobo carne, se le atravesó en la garganta un hueso, y rogó a la grulla (pues ella tenía un cuello bien largo) que lo ayudara y lo librase de aquel peligro sacándole aquel hueso, prometiéndole por ello darle una recompensa.
La grulla, por los ruegos y promesas del lobo, le sacó el hueso, y así el lobo se salvó. La grulla le pidió que le pagase su trabajo y cumpliera lo que le había prometido. El lobo le respondió:
¡Ingrata y desagradecida! ¿No sabes que tenías la cabeza dentro de mi boca, de modo que podría haberte degollado si hubiera querido, mas dejé que la sacaras sin hacerte mal ninguno? ¿No te parece que te hice suficiente favor? ¿Qué más quieres?
Moraleja
Esta fábula nos demuestra que hacer el bien a los malos no aprovecha, porque nunca se acuerdan del bien que reciben.
Información sobre esta fábula
La fábula de «El lobo y la grulla» está atribuida a Esopo (pero recuerda que la autoría de muchas fábulas es dudosa, a menudo imposible de demostrar y frecuentemente un mismo tema ha sido elaborado por varios fabulistas de diversas épocas).
Protagonistas (animales, personajes u objetos recurrentes en las fábulas):
Temática(s):