Conténtate con lo tuyo: uno no puede ser el mejor en todo.
En tristes quejas prorrumpió el pavo real ante la diosa Hera, por no haberle concedido el canto del ruiseñor.
—Él, señora —dijo enjugándose una furtiva lágrima—, encanta a cuantos le oyen, y yo les hago reír o los asusto.
La diosa, por consolarlo, replicó:
—Pero tú le aventajas en belleza y tamaño: en tu cuello resplandece la esmeralda, y en tu pintada cola, todas las piedras de un joyel.
—¿Y de qué me sirve tanta belleza muda? —añadió el pavo real.
—Tales han sido —contestó la diosa en tono algo severo— los designios de la naturaleza. Te cupo en suerte la hermosura; al águila, la fuerza; al ruiseñor, el canto melodioso; la velocidad, a la golondrina; y el amor conyugal, a la paloma. Ninguno de estos es tan bello como tú y, sin embargo, todos están contentos con su suerte.
El pavo real aspiraba a la perfección de los dioses. ¡Cosas del pavo!
Moraleja
Lo que otorga el cielo se distribuye de tal forma que cada criatura tiene lo suyo; por tanto, desear en contra de la naturaleza es culpar al propio autor de la naturaleza. No discutas con la naturaleza.
Información sobre esta fábula
La fábula de «El pavo real y Hera» está atribuida a Esopo (pero recuerda que la autoría de muchas fábulas es dudosa, a menudo imposible de demostrar y frecuentemente un mismo tema ha sido elaborado por varios fabulistas de diversas épocas).
Protagonistas (animales, personajes u objetos recurrentes en las fábulas):
Temática(s):