No debe el hombre dejar lo cierto por lo dudoso.
A veces pierde el codicioso lo que tiene en su poder al querer tomar lo ajeno; de ello trata esta fábula.
Un perro, sujetando un pedazo de carne en la boca, estaba cruzando un río, en el que vio el reflejo de la carne que él llevaba. Pareciéndole esa carne mayor que la que él tenía, abrió la boca para tomar el reflejo que había en el agua.
De esta forma se le cayó el pedazo de carne, y se lo llevó el río, por lo que el perro se quedó sin lo uno y sin lo otro, pues había perdido lo que tenía por pensar alcanzar lo otro que le parecía mayor, pero no pudo obtener.
Moraleja
Esta fábula significa que no debe el hombre codiciar lo ajeno y dudoso y dejar lo suyo, que es cierto, aunque lo que codicia parezca más. Y así, según el proverbio, quien todo lo quiere todo lo pierde.
Información sobre esta fábula
La fábula de «El perro y el pedazo de carne» está atribuida a Esopo (pero recuerda que la autoría de muchas fábulas es dudosa, a menudo imposible de demostrar y frecuentemente un mismo tema ha sido elaborado por varios fabulistas de diversas épocas).
Protagonistas (animales, personajes u objetos recurrentes en las fábulas):
Temática(s):