A continuación tienes la traducción al español del Agesilao de Jenofonte publicada ¿en 1550? por Diego Gracián de Alderete (1494-1586). La transcripción manual la he realizado yo mismo para AcademiaLatin.com, modificando algunas cosas, especialmente la ortografía y la puntuación, a partir del escaneado disponible en la Biblioteca Digital Hispánica.

Aunque yo sepa de cierto que no se pueden fácilmente poner por escrito los loores de la virtud, gloria y fama de Agesilao, empero todavía me quiero atrever a ello, pues no sería bien que por ser solo alcanzase menos loor.
Linaje de Agesilao y loor de su tierra
De su alto linaje, qué se puede más decir, sino que hasta ahora cualquiera de sus progenitores es tenido por ilustre desde Heracles, del que ellos descienden, sin ser hombres ordinarios o particulares cualesquiera, sino reyes nacidos de rey; ni tampoco tendrá ninguno que, ya que son reyes, tienen mando sobre alguna ciudad vil y ruin, sino que bien así como su linaje es el más noble y honrado de toda aquella provincia, así también la ciudad es la más celebrada y honrada de toda Grecia; y por esto no son de los segundos que mandan siendo ellos mandados, sino caudillos de los caudillos principales.
Así que juntamente se debe loar su patria y su linaje: porque ni la ciudad nunca por envidia de ser mandada de los reyes procuró de disminuir su mando, ni los reyes jamás codiciaron otros reinos mayores desde el principio que tomaron el reino; porque manifiesto es que ningún otro principado ni señorío quedó del todo fijo e inviolable, ni democracia [democracia era aquella manera de gobernación donde todo el pueblo tiene el mando en todo] ni oligarquía [oligarquía, donde pocos de los principales pueden todo lo que pertenece a la gobernación] ni tiranía [tiranía es cuando uno solo gobierna con poder general en todas las cosas] ni monarquía, sino solo este reino que permaneció siempre firme y estable.
Ya pues que Agesilao antes que comenzase a reinar pareciese digno y merecedor del reino, son evidentes señales estas que, después que feneció sus días el rey Agis, contendiendo entre sí sobre el reino Leotíquidas como su hijo de Agis, y Agesilao como hijo de Arquidamo, juzgó la ciudad ser más ilustre Agesilao en linaje y en virtud y así le alzaron por rey. Y que en una ciudad la mejor fuese elegido por los mejores para el mejor cargo de todos, bastantes conjeturas son de sus virtudes antes que viniese a reinar.
Ahora quiero contar todo lo que hizo en su reinado, porque de sus obras pienso que se podrán muy bien conocer sus virtudes y costumbres.
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Agesilao alcanzó el reino siendo aún mancebo, y luego que comenzó a reinar le vinieron nuevas que el rey de Persia ayuntaba grandes huestes por mar y por tierra para venir contra los griegos. Y como los lacedemonios hubiesen su consejo sobre esto con los amigos y compañeros, salió Agesilao y dijo que, si le daban cincuenta varones lacedemonios escogidos y otros tres mil del pueblo y seis mil de los aliados y compañeros de guerra, que él pasaría en Asia y tentaría de hacer paz; y que, si todavía el rey de Persia quería más la guerra, que él le daría bien en que entender para que no viniese a hacer guerra a los griegos.
Luego todos se maravillaron de ver su deseo que antes que pasase el rey de Persia en Grecia quería él prevenir y pasar contra él, y tenía por mejor de le ir a buscar y acometerle antes que esperarle para pelear con él y gastar y destruir lo de su tierra de los bárbaros antes que lo de la tierra de los griegos.
Mas lo que juzgaban por más loable de todo era que no hacía caso de la contienda sobre Grecia, sino que la quería él tomar sobre el imperio de Asia. Ya después que hubo recibido el ejército y se partió y navegó con él por la mar, no se puede más evidentemente mostrar cuán bien se hubo en la guerra que contando los hechos que en ella hizo.
Entrada de Agesilao en Asia
La primera hazaña fue esta. Habiendo Tisafernes prometido con juramento que, si le esperaba Agesilao hasta que tornase el mensajero que había enviado al rey de Persia sobre la paz, que le dejaría libres las ciudades griegas que había en Asia para que usasen de sus leyes; y habiéndole jurado Agesilao por el contrario que tendría treguas por tres meses, sin dolo ni fraude alguna.
Tisafernes mintió y no cumplió su juramento, porque, en lugar de hacer paz, envió a pedir al rey le enviase mayor ejército del que tenía de antes, lo cual, aunque Agesilao lo sintiese y entendiese muy bien, no por eso dejó de guardar las treguas. Pues este me parece el primer buen hecho, mostrar claramente que Tisafernes había sido perjuro e infiel a todos, y que él, por el contrario, había guardado lo que había prometido al que había quebrantado su juramento; y con esto hizo que los griegos y los bárbaros de buena gana quisiesen contratar con él.
Estando Tisafernes muy soberbio con el ejército que le había venido, denunció la guerra a Agesilao, si no se partía luego de Asia, por lo cual los aliados y compañeros de los lacedemonios fueron muy tristes, pensando que el poder de Agesilao era mucho menor que no el aparato del rey; mas Agesilao, con rostro alegre y sereno, mandó a los embajadores que respondiesen a Tisafernes que le tenía mucho que agradecer por haberse perjurado, pues por ello había él hecho a los dioses sus enemigos y, por consiguiente, amigos de los griegos.
Y luego mandó a los suyos que se aparejasen para la guerra, y a las ciudades de Caria, sus confederadas, mandó que diesen provisiones para el ejército, y escribió a los de Jonia y Eolia y Helesponto que le enviasen socorro de gente a la ciudad de Éfeso, pues Tisafernes, sabiendo que Agesilao no tenía hombres de caballo ni los había en Caria, y porque pensaba que estaba sañudo contra él por la fraude que había con él usado, creyendo de veras que Agesilao derechamente se iría para Caria a destruir su casa, mandó pasar allí toda su infantería, y los de caballo llevó a los campos de Meandro, pensando que sería bastante para oprimir los griegos con su gente de caballo antes que llegasen a los pasos difíciles.
Ardid de Agesilao
Mas Agesilao, que entendió su engaño, fingiendo que iba a Caria, pasó a Frigia y desbarató todas las compañías de Tisafernes que halló desmandadas en el camino, y destruyó las ciudades y, acometiéndolos de improviso, tomó infinitos despojos y dineros.
También fue este muy gran ardid suyo, que después que la guerra fue pregonada y a cada cual fue lícito usar de sus artes contra el enemigo, por engaño hizo que Tisafernes pareciese niño en sus hechos, y él, hombre, y por su prudencia enriqueció sus amigos; porque, como por la gran presa que habían tomado todas las cosas se vendiesen en vil precio, avisó a todos sus amigos que comprasen, afirmándoles que en breve descenderían con todo su ejército a la mar, a donde o habría mayor carestía de aquellas cosas, o sería fácil enviarlas a Grecia, ya que hubiese abundancia. Y a los diputados para vender los despojos mandó que, escribiendo el nombre del comprador, le entregasen la cosa, por lo cual, sin pagar nada de contado y sin daño ninguno de la república, todos los amigos se hicieron muy ricos.
Además de esto, cuando sentía que algunos del bando contrario se querían pasar a la parte del rey y querían salvar y esconder su hacienda, procuraba con los amigos que los salteasen y robasen, para que juntamente se enriqueciesen y ganase prez y honra, y con esto hacía que muchos deseasen su amistad.
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Conociendo que la tierra destruida y despoblada no podía mucho tiempo sufrir el ejército, y que la poblada y sembrada siempre le podía dar mantenimientos, procuraba no solamente conquistar por fuerza los enemigos, pero también atraerlos por bondad y mansedumbre. Y muchas veces mandaba a los soldados que no castigasen los cautivos como a malhechores, sino que los conservasen como hombres piadosos. Cuando mudaba real si sentía que algunos muchachos pequeños de los negociadores se dejaban (porque muchos los vendían pensando no poderlos llevar ni mantener) procuraba que a todos estos los llevasen a un cierto lugar. Y también mandaba tener cuidado de los cautivos que dejaban desamparados por ser viejos, para que no fuesen comidos de los perros ni despedazados de los lobos, por lo cual no solamente los que esto oían, pero también los mismos cautivos le tenían amor y benevolencia.
En todas las ciudades que tomaba y conquistaba quitándoles aquellos servicios que suelen hacer los siervos a los señores, les mandaba todo aquello en que los hombres libres sirven a los príncipes que obedecen, y a los que no podía conquistar por fuerza de armas vencía con humanidad y clemencia, pues, como no pudiese hacer guerra en los campos de Frigia por la gente de caballo de Farnabazo que los guardaba, pareciole a Agesilao que le sería necesario proveerse de hombres de armas para que no hubiese menester pelear huyendo.
Así eligió de todas las ciudades de aquella tierra los más ricos que solían criar caballos, y mandó que cualquiera de ellos que diese un caballo y armas y un hombre suficiente para pelear, que fuese exento de ir a la guerra. Y de esta manera hizo que todos lo cumpliesen de buena gana. Y también señaló las ciudades de donde fuese menester sacar los de caballo, pensando que en aquellas ciudades que se criasen caballos habría muchos que presumiesen de se aventajar en el arte de caballería.
Pero de lo que más es de maravillar en esto es que de presto se proveyó de hombres de caballo muy buenos y ejercitados y aparejados para pelear. A la punta del verano llevó todos los de su ejército a Éfeso y, queriéndolos ejercitar, les puso premios y joyas: a los de caballo, para el que mejor supiese cabalgar, y a los de pie, para el que mejor lo hiciese por su persona. También puso premios a los escudados y flecheros y ballesteros para los que de ellos se mostrasen más sabios en su arte, por lo cual de ahí adelante pudieran ver todas las plazas y estancias llenas de hombres que se ejercitaban, los caballeros en el coso corriendo y galopeando a caballo; los flecheros y ballesteros, tirando al blanco.
Así que en la ciudad donde él estaba había bien que ver. La plaza estaba llena de todo género de armas y caballos que se vendían, y de armeros, herreros, carpinteros, zapateros, batidores y otros oficiales que todos labraban y hacían armas y aparejos de guerra, de manera que la ciudad verdaderamente parecía una tienda oficina y obrador de guerra. Y cualquiera se esforzaba viendo primero a Agesilao y tras él a los otros soldados tornar coronados con sus guirnaldas de los ejercicios, y después irlas a ofrecer y presentarlas a la diosa Diana.
Que cierto cuando los hombres honran y reverencian a Dios y tienen acatamiento y obediencia a sus príncipes, y se ejercitan y trabajan de buena gana en las cosas de la guerra, con razón se debe tener buena esperanza de todo, pues, sabiendo Agesilao que del menospreciar y tener en poco los enemigos se cobra ánimo y corazón para pelear, mandó a los pregoneros que a todos los bárbaros cautivos vendiesen desnudos para que, viendo los sus soldados tan blancos por nunca se haber desnudado, y gordos y holgados, porque siempre andaban subidos en los carros por su pasatiempo, pensasen que no debían más recelarse de la guerra con ellos que si hubiesen de pelear con mujeres.
Tambien avisó los suyos que pensaba por el más corto camino ir derecho a los más fuertes lugares de la tierra; por tanto, que se apercibiesen con el ánimo y con el cuerpo para haber de pelear. Tisafernes, pensando que decía esto por le engañar como la primera vez y que de veras quería ir contra Caria, envió toda su infantería a Caria, como había ordenado de antes, y a los de caballo mandó pasar a los campos de Meandro. Mas Agesilao no mintió, sino que así como lo había dicho luego movió para ir derechamente a tierra de Sardis, y caminó tres días por lugares fértiles y abundosos sin encontrar con los enemigos, donde basteció su ejército de muchas provisiones.
El cuarto día llegó la gente de caballo de los enemigos, y su capitán mandó al que traía cargo del carruaje que pasasen el río Pacto, y allí asentasen real. Y como viesen algunos de los griegos que seguían detrás desmandados para robar, dieron sobre ellos y mataron muchos, lo cual sintiendo Agesilao mandó a los suyos de caballo que fuesen de presto a socorrerlos; mas los persas, viendo el socorro que venía a los griegos, recogiéronse todos y pusiéronse en ordenanza para pelear en muchas escuadras de caballo. Entonces Agesilao, conociendo que aún no había llegado la infantería de los enemigos y que a él no le faltaba nada de todo su aparato de guerra, pareciole ser tiempo de dar la batalla a los enemigos si la quisiesen.
Vence Agesilao a los persas en batalla
Así que, haciendo primeramente su sacrificio, sacó toda su gente de pie contra los de a caballo de los enemigos, que ya estaban puestos en orden, y mandó a algunos soldados de armas gruesas de los más mancebos que corriesen juntamente con él, y a los de lanza y escudos que siguiesen en pos de ellos apresurados. Y tan bien mandó a los suyos de caballo que rompiesen en la delantera para que todo el ejército a una entrase en los enemigos, pues, como la gente de caballo de los griegos diesen sobre los más valientes de los persas y luego todos los otros viniesen tras ellos, viéndose los enemigos apremiados de todas partes, desmayaron y volvieron las espaldas, y unos de ellos cayeron en el río, y otros se fueron huyendo.
Mas los griegos les fueron en el alcance y prendieron y mataron muchos de ellos y robaron el real; y los de escudos, como suele acaecer, se fueron tras la presa. Agesilao en medio de todos sus amigos y enemigos asentó su real, y como allí oyese decir que los enemigos estaban turbados y se echaban culpa los unos a los otros de aquel hecho, luego se partió de allí derechamente para tierra de Sardis, donde quemó y destruyó todos los lugares que había en torno de la ciudad, y mandó pregonar públicamente que todos cuantos quisiesen libertad se viniesen para él como para amigo y compañero. Y si algunos se querían apropiar para sí la Asia, que viniesen a determinarlo con las armas en la mano contra aquellos que la querían poner en libertad.
Cuando vio que ninguno le osaba salir al encuentro, sin temor alguno de ahí adelante asentaba su real y hacía guerra por do quería, viendo como los griegos que de antes por temor eran constreñidos adorar los bárbaros, como si fueran dioses, eran ya honrados y temidos de aquellos que les hacían mil injurias y afrentas de primero; y a los que de antes usurpaban para sí todas las honras y se hacían adorar como los dioses, había hecho que no osasen mirar a los griegos en la cara. Y asegurando las tierras de los amigos de tal manera, asolola de los enemigos, que en espacio de dos años ofreció de diezmos en sacrificios al templo de Apolo en Delfos más de cien talentos.
El rey de Persia, pensando que Tisafernes había sido causa de aquella su adversidad y mala andanza, envió a Titrauste su ministro y mandó que le cortase la cabeza, el cual lo hizo así. De ahí adelante las cosas de los bárbaros comenzaron a desmayar, y las de los griegos, cobrar fuerzas. Y de todas naciones venían embajadores a Agesilao para tomar su amistad, y muchos se pasaban a él por codicia de libertad. De manera que Agesilao no solamente era caudillo de los griegos, pero también de muchos de los bárbaros.