A continuación tienes las odas de Píndaro (¿518?-438 a. C.) traducidas en verso (1883) por Ignacio Montes de Oca y Obregón (1840-1921), incluyendo las numerosas notas. Mi misión en AcademiaLatin.com ha sido la transcripción, y modernización de alguna cosa, a partir del escaneado disponible en Archive.org. (En progreso…).
Olímpicas
- Oda I, a Hierón de Siracusa
- Oda II, a Terón de Agrigento
- Oda III, al mismo Terón
- Oda IV, a Saumis de Camarina
- Oda V, al mismo Saumis
- Oda VI, a Agesias de Siracusa
- Oda VII, a Diágoras de Rodas
- Oda VIII, a Alcimedonte de Egina
- Oda IX, a Efarmosto de Opunte
- Oda X, a Agesidamo de Locris
- Oda XI, al mismo Agesidamo
- Oda XII, a Ergóteles de Himera
- Oda XIII, a Jenofonte de Corinto
- Oda XIV, a Asópico de Orcómeno
Próximamente…
Píticas
- Oda I, a Hierón Etneo, rey de Siracusa
- Oda II, al mismo Hierón
- Oda III, al mismo Hierón
- Oda IV, a Arcesilao, rey de Cirene
- Oda V, al mismo Arcesilao
- Oda VI, a Jenócrates de Agrigento
- Oda VII, a Megacles de Atenas
- Oda VIII, a Aristomenes de Egina
- Oda IX, a Telesícrates de Cirene
- Oda X, a Hipocles de Tesalia
- Oda XI, a Trasideo de Tebas
- Oda XII, a Midas de Agrigento
Nemeas
- Oda I, a Cromio Etneo
- Oda II, a Timodemo de Atenas
- Oda III, a Aristoclides de Egina
- Oda IV, a Timasarco de Egina
- Oda V, a Piteas de Egina
- Oda VI, a Alcímides de Egina
- Oda VII, a Sógenes de Egina
- Oda VIII, a Dinias de Egina
- Oda IX, a Cromio Etneo
- Oda X, a Tieo, hijo de Ulio
- Oda XI, a Aristágoras
Ístmicas
- Oda I, a Heródoto de Tebas
- Oda II, a Jenócrates de Agrigento
- Oda III, a Meliso de Tebas
- Oda IV, al mismo Meliso
- Oda V, a Filácides de Egina
- Oda VI, a Filácides, joven luchador
- Oda VII, a Estrepsíades de Tebas
- Oda VIII, a Cleandro de Egina
Vida de Píndaro
Píndaro, príncipe de los poetas líricos, fue tebano, del pueblo de Cinoscéfalas, entre Tespias y Tebas, en Beocia. Su padre fue Daifanto; otros dicen que Escopelino o Pagondas: algunos conjeturan que este último fue su padrastro, y no falta quien llame al segundo su tío. Tuvo por madre y primera preceptora a Mirtis o Mirto, y nació, poco más o menos, el año 520 a. C., contando de 37 a 40 cuando la armada de Jerjes fue vencida frente a Salamina.
Su principal maestro, no solo en la poesía, sino también en pulsar la lira, fue Laso de Hermíone, célebre poeta, autor de famosos ditirambos. Tuvo también por preceptor a Simónides, el lírico más insigne de aquellos tiempos, aunque, si esto es cierto, poco imitó el fogoso discípulo al suave y templado maestro.
Cuentan los antiguos que, siendo aún niño, un enjambre de abejas formó en la boca de Píndaro un panal de dulcísima miel, presagio de su futura preeminencia sobre los poetas líricos de todos los siglos y países. Se casó con Megaclea (a quien otros llaman Timoxena), y tuvo un hijo varón a quien dio el nombre de su abuelo Daifanto, y dos hijas llamadas Protómaque y Polimetis.
Fue religioso en extremo y se distinguió por su singular veneración a Rea, Apolo y Pan, y quiso que la casa de su habitación, en Tebas, se hallase situada junto al templo de la misma Rea. Su pureza de costumbres, su hospitalidad, patriotismo y mansedumbre lo hicieron muy popular, y gozó del favor de varios príncipes, especialmente de Alejandro (hijo de Amintas I) de Macedonia, de Hierón de Siracusa, y de otros cuyas hazañas cantó. Venció en un certamen musical a Mirtis, y fue cinco veces vencido en justas poéticas por Corina de Tanagra, que algunos afirman que había sido su maestra.
Por haber llamado a Atenas celebérrima, espléndida, gloriosa y baluarte de Grecia, lo multaron con mil dracmas los tebanos, entonces en guerra con los atenienses; pero estos, al saberlo, le regalaron doble cantidad. Fue el único entre sus conciudadanos que mereció ser admitido en los sacrificios de Apolo y participar de sus sagrados banquetes; y la sacerdotisa de Delfos le asignó, además, la mitad de las primicias ofrecidas a aquella divinidad.
Tuvo una muerte plácida a los 65 u 85 años de su edad, en una reunión sagrada (quizá las fiestas de Hera) en Argos: sus hijas trasladaron a Tebas sus restos mortales.
Los atenienses le erigieron una estatua de bronce. Cuando los lacedemonios tomaron Tebas, respetaron únicamente la casa de Píndaro, y otro tanto hizo más tarde Alejandro Magno cuando incendió la misma ciudad.