A continuación tienes una de las odas de Píndaro, traducidas en verso (1883) por Ignacio Montes de Oca y Obregón (1840-1921).
Al mismo Agesidamo: la usura
Da vida a los hombres el soplo del viento;
las lluvias celestes infúndenle aliento,
de nube divina progenie feliz.
Así al que consuma difícil proeza,
con himnos sonoros la cítara empieza
a dar nueva vida de gloria sin fin.
Son prendas seguras
de hazañas futuras,
los cantos al pecho de ardor juvenil.
Del púgil robusto que Olimpia corona
ajena a la envidia mi lengua pregona
los bellos triunfos, en justo loor.
Sublime es el nombre y eterna la fama
de aquel cuyo pecho benéfico inflama
con fuego sagrado de la égida el dios.
Tus glorias proclamo,
¡gran Agesidamo,
de Arquéstrato prole, sin par luchador!
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La oliva dorada que ciñe tu frente
harán mis cantares más bella y fulgente,
y a Locris Zefiria renombre darán.
Venid y conmigo formad, ¡oh, Camenas!,
mil danzas alegres. No a incultas arenas
ni bárbaras tierras os quiero llevar.
Son sabios, corteses
los buenos locreses,
innato es su gusto y aspecto marcial.
Así la vulpeja
su astucia no deja,
ni su índole fiera la tigre voraz.
Notas a la oda undécima
Constituye esta oda la ganancia o usura prometida en la anterior.