Safo de Lesbos (o Safo de Mitilene) fue una poetisa griega de época arcaica (¿650-580 a. C.?). Prácticamente nada se sabe con seguridad de su vida. En cuanto a su obra, los expertos calculan que hasta nosotros ha llegado menos de una décima parte, a menudo de forma fragmentaria.
A continuación tienes las traducciones, en verso y prosa, de José del Castillo y Ayensa (1795-1861) publicadas en 1832 (nótese, pues, que es antes del descubrimiento de los papiros de Oxirrinco), por tanto en dominio público. La versión en verso me limito a transcribirla tal cual, solo modernizando ortografía y puntuación; en la versión en prosa me permito, además, hacer alguna mínima modificación (p. ej. nombres griegos en lugar de romanos).
Oda I, a Afrodita
En verso
Hija de Jove, sempiterna Cipria,
varia y artera, veneranda diosa,
oye mi ruego: con letales ansias
no me atormentes.Antes desciende como en otro tiempo
ya descendiste, la mansión del padre
por mí dejando, mis amantes votos
plácida oyendo.Tú al áureo carro presurosa uncías
tus aves bellas, y a traerte luego,
de sus alitas con batir frecuente,
prestas tiraban.Ellas del cielo por el éter vago
raudas llegaban a la tierra oscura;
y tú, bañando tu inmortal semblante
dulce sonrisa,«¿Cuál es tu pena? ¿Tu mayor deseo
cuál?», preguntabas: «¿Para qué me invocas?
¿A quién tus redes, oh, mi Safo, buscan?
¿Quién te desprecia?»«¿Húyete alguno? Seguirate presto.
¿Dones desdeña? Te dará sus dones.
¿Besos no quiere? Cuando tú le esquives
ha de besarte».Ve, y me libra del afán penoso;
ven, cuanto el alma conseguir anhela
tú se lo alcanza, y a mi lado siempre,
siempre combate.
En prosa
¡Inconstante, inmortal Afrodita, hija artera de Zeus! Te ruego, oh, veneranda, que no atormentes mi corazón con penas ni dolores: antes ven a mí, como otras veces, que, oyendo mis ruegos, me escuchabas bastante.
Venías dejando la mansión del padre, unciendo el dorado carro; y bellos y ligeros gorriones te traían, batiendo frecuentemente sus alas desde el cielo hacia la tierra oscura, y llegaban atravesando el éter en un momento.
Y tú, ¡oh, dichosa!, sonriéndote en tu inmortal semblante, preguntabas qué era lo que yo padecía, y para qué te llamaba, y qué deseaba yo en mi corazón con más ansia, y a quién pretendía yo enredar en mis amores.
¿Quién, ¡oh, Safo!, se te rebela? Porque si alguno te huye, presto te perseguirá; si no te acepta regalos, los dará; y si no te besa, pronto te besará, aunque tú no quieras.
Ven a mí, ven ahora: libérame de los duros afanes; termina cuanto mi corazón desea terminar; sé tú misma mi protectora.
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Oda II, a su amante
En verso
Lesbia, la dicha de los dioses prueba
ese mancebo, frente a ti sentado,
ese que goza de tu hablar suave,
de una sonrisa.Mírolo ¡triste!; el corazón entonces
ríndese opreso; de repente falta
voz a mis fauces, mi trabada lengua
tórnase muda.Súbito siento que sutil discurre
dentro en mis venas ardorosa llama;
huye la vista de mis ojos, zumban
ya mis oídos.Toda me cubro de sudor helado,
mas amarilla que la yerba quedo,
tiemblo y, cercana de la muerte, exhalo
débil suspiro.
En prosa
Me parece que es semejante a los dioses aquel hombre que se sienta frente a ti, y escucha de cerca tu dulce hablar y tu amable reír.
Esto comprime mi corazón en el pecho: porque lo mismo es mirarte que de repente me falta la voz, y la lengua se me rompe; y un fuego sutil discurre al punto por dentro de mi cuerpo, y nada veo con los ojos, y me zumban los oídos.
Y un sudor frío me cubre, y el temblor me conmueve toda, y me pongo más amarilla que la yerba; y estando en poco que no muera, me hallo sin aliento.
Pero arrostremos por todo, que infeliz […]
Histori(et)as de griegos y romanos

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Oda III, a una mujer rica, pero ignorante y desaliñada
En verso
Cuando muerta yacieres,
de ti no quedará memoria alguna
en hombres ni en mujeres;
que tú no participas de ninguna
de las pierias rosas:
empero a las umbrosas
cuevas irás infame del Averno.
Ninguno ha de mirarte
volar de aquella estancia, y cual superno
metéoro mostrarte.
En prosa
Yacerás muerta, y de ti no habrá memoria nunca jamás: porque no participas de las rosas del Pierio. Oscurecida, empero, vagarás furiosa por las mansiones del Hades. Nadie te mirará volar de los muertos como un meteoro.
Oda IV
En verso
Ya sumergiose la luna;
ya las pléyadas cayeron,
ya es media noche, ya es hora,
¡triste! y yo sola en mi lecho.
En prosa
La luna se sumergió, y las pléyades; ya es media noche; la hora pasó, y yo me acuesto sola.
Noticias de Safo
Transcripción (casi) literal de las Noticias de Safo incluidas en el volumen original. El escaneado está disponible p. ej. aquí.
Fue Safo contemporánea del poeta Alceo, que florecía en la olimpiada 44, 604 años a. C.; natural, como este poeta, de Mitilene, capital de la isla de Lesbos.
Se dice que fue hija de Escamandrónimo; que tuvo tres hermanos llamados Larico, Eurigio y Caraxo, y una hija, llamada Cleis, de Cércolas, con quien estuvo casada. Sus amores con Faón no están probados históricamente de modo que puedan afirmarse como ciertos.
Creen algunos que la querida de Faón fue otras Safo cortesana o meretriz. Otros piensan que no ha habido más Safo que la poetisa, y en apoyo de su opinión debe observarse que ningún testimonio de autor antiguo habla sino de esta, recordándola únicamente cuando citan sus versos.
Lo del salto de Leucade es fabuloso, pues de un pasaje de la misma Safo, citado por Estobeo, se prueba que llegó a la última vejez. La virtud del salto leucadio para apagar la pasión del amor era ya tenida por fábula en tiempo de Safo.
Ni de esta poetisa ni de su compatricio Alceo quedan más obras que las conservadas por autores que las citan. De Safo solamente han llegado a nosotros la oda a Afrodita, citada por Dionisio de Halicarnaso en su obra La composición de los nombres, una gran parte de otra copiada por Longino como ejemplo del estilo sublime, y algunas composiciones más cortas, y en la mayor parte incompletas, citadas por diversos autores; restos únicos de nueve libros de odas que según Suidas compuso Safo, y de varias elegías, himnos y epigramas, que todos en general han perecido.
Se dice que la oda a Afrodita fue motivada por los desdenes de Faón, y algunos sospechan que la Heroida de Ovidio sobre este asunto es traducción libre de una elegía de aquella poetisa. Bien puede ser que Ovidio tradujese a Safo, como lo hizo Catulo, puesto que el poeta de Venus en Roma estaría verosímilmente versado en las composiciones eróticas de la poetisa lesbiana y, al escribir en nombre de ella, suspiraría tal vez con sus mismos acentos. De esta Heroida pueden tomarse otras noticias acerca de Safo, que no trasladaremos por ser tan fáciles de hallar en las obras de aquel poeta.
Fue Safo la persona de más celebridad poética en su tiempo, y siempre se le reconoció superior a Alceo. Los de Mitilene, después de su muerte, acuñaron medallas con su busto, de las cuales se conservan algunas, y los atenienses le erigieron una estatua de bronce que fabricó el artista Silanión, maestro de Zeuxis, que vivía en la olimpiada 114. La circunstancia de haberla robado del pritaneo Verres hizo que debamos esta noticia a Cicerón, quien en su segunda Verrina dice de aquella estatua de Safo:
Justa excusa tiene (Verres) seguramente para que le perdonemos el haberse llevado la Safo del pritaneo: una obra de Silanión tan perfecta, tan elegante, tan esmerada, ¿a qué particular, a qué pueblo convendría tanto como al elegantísimo y eruditísimo Verres?
El pódcast de mitología griega
Notas
Me limito a transcribir (casi) tal cual las notas de Castillo y Ayensa sobre la primera oda, discutibles y/o superadas hoy en día, por lo que deben ser tomadas como testimoniales, anecdóticas, etc.
Oda I
Verso 1.º ποικιλόθρον’. Aunque he dejado esta palabra, por no tocar en el texto de Brunk, he traducido por el epíteto ποικιλόφρων, que es el de los códices, y me parece más propio. Los que han desechado este y sustituido aquel se fundan en que es palabra sinónima de δολοπλόκε que viene después, lo cual no es cierto, pues esta significa dolos nectens, fraguadora de engaños, artera, falaz; y la otra variae mentis, variable, versátil, inconstante; todo lo cual es muy diverso de engañadora.
La propiedad del epíteto ποικιλόθρονος es muy dudosa en este lugar. Diciéndole a Venus que tiene muchas aras, ¿qué cosa particular se le atribuye que no convenga a los demás dioses? El epíteto que en poesía no sirve para expresar una cualidad distintiva del sujeto está muy cerca de ser un ripio, y Safo no fabricaba con ripios.
Hay también otra dificultad en admitir este epíteto, y es el ser ambiguo su significado, porque θρόνος significa trono y significa veste. ¿Cuál de estas dos cosas atribuye Safo a Venus? Cualquiera se verá perplejo sin saber hallar la verdadera intención de la poetisa. Conde adoptó en su traducción ambas significaciones, y de este modo debió de quedar Venus más complacida.
Estrofa 2.ª, verso 1.º κἀτέρωτα. Eólico por καὶ ἑτέρωθε. Brunk. Otros quieren que sea κατὰ ἐρώτα, y así tampoco está mal. Tanaquilo Fabro siguió esta lección y corrigió además todo el pasaje, que no deja de ser oscuro. Puede verse esta corrección en las notas de su hija a la traducción de Safo y Anacreonte, en donde se conforma al parecer de su padre.
Estrofa 5.ª, verso 2.º τίνα δ’αὖτε, etc. Nadie ha podido entender este pasaje, y cada cual lo ha corregido a su manera para interpretarlo, más ninguna interpretación satisface. La siguiente, que debo a nuestro docto helenista don José Gómez Hermosilla, satisfará tal vez a los inteligentes.
¿A quién hacía yo prueba de (procuraba, pretendía) enredar en amores?
Aunque no he variado aquí el texto de Brunk, como no lo varía en la palabra ποικιλόθρονος, he traducido, sin embargo, conforme a esta corrección del señor Hermosilla, que no dudo admitir.