Libro primero

A continuación tienes el libro primero del Breviario de Eutropio, traducido de forma sumamente literal al español por Francisco Javier Álvarez Comesaña para AcademiaLatin.com.

[1] El imperio romano, respecto al cual ni desde su inicio apenas tan poco ni con sus ampliaciones en todo el orbe más grande la memoria humana puede recordar, a raíz de Rómulo tiene su inicio, quien de Rea Silivia, una virgen vestal, hijo y, cuanto se piensa, de Marte, junto a su hermano Remo, en un único parto, fue dado a luz. Él, como fuera un ladrón entre los pastores, con dieciocho años una ciudad pequeña en el monte Palatino construyó el día 11 de las calendas de mayo, el año tercero de las sextas Olimpiadas, después de la destrucción de Troya, según dicen más o menos, al año tricentésimo nonagésimo cuarto.

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[2] Fundada la ciudad, que, a partir de su propio nombre, llamó “Roma”, estas cosas más o menos hizo. A una multitud de fronterizos en la ciudad recibió, eligió a cien de los más ancianos, con cuyo consejo todas las cosas hacía, a quienes “senadores” nombró a causa de su senectud. Entonces, como esposas él mismo y su pueblo no tuvieran, invitó a un espectáculo de juegos a las naciones vecinas a la ciudad de Roma y a las doncellas de éstas raptó. Iniciadas las guerras a causa de la injuria por las raptadas, venció a los ceninenses, a los antemnates, a los crustuminos, a los sabinos, a los fidenates, a los veyentes. Todas estas ciudadelas rodean la ciudad. Y como, aparecida de repente una tempestad, no hubiera aparecido, en el año trigésimo séptimo de su reinado, junto a los dioses se pensó que había sido llevado y fue divinizado. Entonces en Roma, en períodos de cinco días, los senadores gobernaron y, reinando éstos, se completó un año.

[3] Después de esto, Numa Pompilio fue nombrado rey, quien en efecto ninguna guerra llevó a cabo, pero no fue de menos provecho para la ciudad que Rómulo. En efecto, impuso leyes y costumbres a los romanos, quienes por su costumbre de combates ya eran considerados ladrones y semibárbaros, y el año dividió en diez meses, antes sin ninguna división mezclado, y en Roma infinitos ritos sagrados y templos instituyó. Por una enfermedad murió el cuadragésimo tercer año de su gobierno.

[4] A éste lo sucedió Tulo Hostilio. Éste reemprendió las guerras, venció a los albanos, que desde la ciudad de Roma a doce millas estaba, a los veyentes y a los fidenates —de los cuales uno seis millas distan desde la ciudad de Roma; los otros, dieciocho— en la guerra superó, la ciudad amplió, al anexionar el monte Celio. Como durante treinta y dos años hubiese reinado, golpeado por un rayo ardió junto a su casa.

[5] Después de éste, Anco Marcio, nieto de Numa por parte de hija, recibió el poder. Contra los latinos luchó, el monte Aventino a la ciudad anexionó y el Janículo, junto a la desembocadura del Tíber una ciudad sobre el mar, a dieciséis millas desde la ciudad de Roma, fundó. Al vigésimo cuarto año de su mandato, por una enfermedad murió.

[6] Entonces el reino Prisco Tarquinio lo recibió. Éste el número de senadores duplicó, el circo de Roma edificó, los juegos romanos creó, los cuales hasta nuestros días permanecen. Venció éste también a los sabinos y no pocos campos quitados a éstos unió al territorio de la ciudad de Roma, y el primero entró en la ciudad triunfante. Los muros hizo, y las cloacas, el Capitolio comenzó. El trigésimo octavo año de su gobierno, por los hijos de Anco fue asesinado, del rey al que él mismo había sucedido.

[7] Después de éste, Servio Tulio recibió el poder, nacido de una noble mujer, cautiva sin embargo y sirvienta. Éste también a los sabinos derrotó, los tres montes —el Quirinal, el Viminal, el Esquilino— a la ciudad unió, fosos alrededor del muro construyó. El primero de todos ordenó un censo, que hasta entonces por el orbe terrestre era desconocido. Bajo su reinado, Roma, contados todos en el censo, tuvo cincuenta y ocho mil cabezas de ciudadanos romanos, junto a los que en los campos estaban. Fue asesinado por el crimen de su yerno Tarquinio el Soberbio, hijo del rey al que él mismo había sucedido, y de su hija, a la que Tarquinio tenía por esposa.

[8] Lucio Tarquinio el Soberbio, séptimo y último de los reyes, a los volscos, pueblo que hacia Campania para los caminantes no está lejos desde la ciudad, venció, la ciudad de Gabios y Suesa Pomecia sometió, cuando con los tuscos hizo la paz y el templo de Júpiter en el Capitolio edificó. Después de esto, asediando Árdea, ciudad situada a dieciocho millas desde la ciudad de Roma, perdió el poder. En efecto, como su hijo, también él Tarquinio, a la nobilísima mujer Lucrecia y a la vez muy casta, la esposa de Colatino, hubiese deshonrado, y ella sobre la injuria a su marido y a su padre y a sus amigos se hubiese lamentado, a la vista de todos se mató. Por esta causa, Bruto, pariente él mismo de Tarquinio, levantó al pueblo y a Tarquinio expulsó del poder.  Pronto también el ejército, que la ciudad de Árdea con el propio rey asediaba, lo abandonó; y al venir a la ciudad, el rey, con los portones cerrados, fue abandonado, y, como hubiera gobernado veinticuatro años, con su esposa y sus hijos huyó. Así, en Roma se reinó a través de siete reyes durante doscientos cuarenta y tres años, cuando aún Roma, cuando era muy grande, apenas hasta quince millas poseía.

[9] Entonces dos cónsules comenzaron, en lugar de un rey, por esta causa fueron nombrados, para que, si uno había querido ser malvado, el otro a él, teniendo un poder igual, lo refrenara. Y pareció bien que no el poder más de un período de un año tuviera, para que no, a causa de la extensión de su poder, más soberbios se volvieran, sino que siempre fueran ciudadanos que supieran que, después de un año, ellos serían ciudadanos comunes. Fueron, pues, en el año primero desde la expulsión de los reyes, los cónsules Lucio Junio Bruto, que era el que más había hecho cuando Tarquinio fue expulsado, y Tarquinio Colatino, el marido de Lucrecia. Pero a Tarquinio Colatino rápidamente le fue arrebatado ese honor. Había parecido bien, en efecto, que no permanecieran nadie en la ciudad que Tarquinio se llamara. Por tanto, cogido todo su patrimonio, de la ciudad migró, y en el lugar de éste fue nombrado Lucio Valerio Publícola cónsulo. Comenzó, sin embargo, una guerra contra la ciudad de Roma el rey Tarquinio, el que había sido expulsado, y, reunidos muchos pueblos, para que en el gobierno pudiera ser restituido, peleó.

[10] En la primera batalla, el cónsul Bruto y Arrunte, hijo de Tarquinio, uno a otro se mataron; los romanos, sin embargo, de esta batalla vencedores salieron. A Bruto las matronas romanas, como defensor de su castidad, como a un padre común, durante un año, lo lloraron. Valerio Publícola a Espurio Lucrecio Tricipitino colega suyo lo hizo, el padre de Lucrecia; muerto éste por una enfermedad, a su vez tomó a Horacio Pulvilo como su colega. Así, el primer año tuvo cinco cónsules, al haberse Tarquinio Colatino, a causa de su nombre, ido de la ciudad, al haber Bruto muerto en batalla, al haber Espurio Lucrecio por una enfermedad muerto.

[11] También al segundo año nuevamente Tarquinio, para que fuera acogido en el reino, una guerra contra los romanos emprendió, llevándole auxilio Porsena, el rey de Tuscia, y Roma casi tomó. Pero entonces también fue vencido. Al tercer año después de la expulsión de los reyes, Tarquinio, como no pudiera ser acogido en el reino ni a él Porsena, que la paz con los romanos había hecho, le prestara auxilio, a Túsculo se marchó —esta ciudad no lejos de la ciudad está— y allí durante catorce años, como alguien particular, con su esposa envejeció. Al cuarto año después de la expulsión de los reyes, como los sabinos con los romanos una guerra hubieran emprendido, fueron vencidos y a causa de ellos se celebró un triunfo. Al quinto año, aquel Lucio Valerio, colega de Bruto y cuatro veces cónsul, de forma natural murió, hasta tal punto pobre que, recogidas del pueblo monedas, la preparación tuvo de su sepultura. A éste las matronas, como a Bruto, un año lloraron.

[12] Al noveno año después de la expulsión de los reyes, como el yerno de Tarquinio, para la injuria de su suegro vengar, un ingente ejército reclutara, el nuevo honor de Roma fue creado, el cual “dictadura” se llama, mayor que el consulado. Este año también el jefe de la caballería fue nombrado, quien estaba a las órdenes del dictador. Y no cosa alguna más parecida puede decirse que la dictadura antigua respecto a este poder del imperio, el cual ahora vuestra serenidad tiene, máxime con Augusto —también Octaviano—, sobre quien luego hablaremos, y, antes de éste, Gayo César, bajo el nombre de la dictadura y el honor, reinaran. Por cierto, el dictador del Roma primero fue Tito Larcio; el jefe de la caballería primero, Espurio Casio.

[13] Al decimosexto año después de la expulsión de los reyes, un levantamiento el pueblo de Roma hizo, ya que por el senado y los cónsules estaban oprimidos. Entonces el propio pueblo para sí a los tribunos de la plebe, como sus propios jueces y defensores, crearon, a través de los cuales al senado y a los cónsules seguro pudiera estar.

[14] Al siguiente año, los volscos contra los romanos una guerra reemprendieron, y, vencidos en la formación, también la ciudad de Coriolos, la mejor que tenían, perdieron.

[15] Al decimoctavo año después de que los reyes habían sido rechazados, fue expulsado de la ciudad Quinto Marcio, general romano, que Coriolos había tomado, la ciudad de los volscos; junto a los propios volscos se dirigió encolerizado y tropas auxiliares contra los romanos recibió. A los romanos a menudo venció, hasta que a cinco millas de la ciudad llegó, dispuesto a asediar incluso su propia patria; rechazados los legados que la paz pedían, si no junto a él su madre Veturia y su esposa Volumnia desde la ciudad hubieran ido, por cuyo llanto y súplica superado, disolvió el ejército. Y éste, después de Tarquinio, fue el segundo general que contra su patria estaba.

[16] Siendo cónsules Gayo Fabio y Lucio Virginio, trescientos hombres nobles, que de la familia Fabia eran, contra los veyentes una guerra, ellos solos, emprendieron, prometiendo al senado y al pueblo que por ellos mismos toda la disputa había de satisfacerse. Por tanto, al marcharse, todos los nobles y quienes cada uno debieran ser generales de grandes ejércitos, en la batalla cayeron. Solo uno entre todos sobrevivió de tan gran familia, quien por su edad pueril no había podido ser llevado a la batalla. Después de estas cosas, un censo en la ciudad se hizo, y fueron registradas 117 000 319 cabezas de ciudadanos.

[17] Al siguiente año, como en el monte Álgido desde la ciudad casi a doce millas el ejército romano estuviera sitiado, Lucio Quincio Cincinato fue nombrado dictador, el cual, poseyendo un campo de cuatro yugadas, con sus propias manos cultivaba. Éste, como en su labor y arando fuese encontrado, secado el sudor, la toga pretexta asumió y, masacrados los enemigos, liberó al ejército.

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[18] Al año tricentésimo segundo desde la fundación de la ciudad, el imperio consular cesó y, en lugar de dos cónsules, se crearon diez, que un gran poder tenían, llamados “decénviros”. Pero como en el primer año bien actuaran, en el segundo, uno de éstos, Apio Claudio, de un tal Virginio —el cual con buenas contribuciones ya contra los latinos en el monte Álgido estuviera militando— a la hija virgen quiso corromper; a ella el padre la mató, para no la deshonra por parte de un decénviro soportar, y, regresando junto a los soldados, promovió una revuelta. Se quitó a los decénviros su poder y ellos mismos fueron condenados.

[19] Al año tricentésimo decimoquinto desde la fundación de la ciudad, los fidenates contra los romanos se rebelaron. Auxilio a éstos prestaban los veyentes y el rey de los veyentes, Tolumnio. Ambas ciudades tan cercanas a la ciudad están que Fidenas distaba seis millas; Veyos, ocho. Se unieron a éstos también los volscos. Pero, siendo Mamerco Emilio dictador y Lucio Quincio Cincinato jefe de la caballería, vencidos, incluso a su rey perdieron. Fidenas fue capturada y asolada. [20] Después de veinte años, los veyentanos se rebelaron. Como dictador contra éstos fue enviado Furio Camilo, que primero a éstos venció en batalla; luego incluso, asediando la ciudad por largo tiempo, la tomó, la más antigua y rica de Italia. Después de esta tomó también Faliscos, una no menos noble ciudad. Pero se levantó contra él la envidia, so pretexto de que el botín mal lo repartía, y condenado fue por esta causa y expulsado de la ciudad. Inmediatamente los galos senones junto a la ciudad vinieron y a los vencidos romanos, a once millas de Roma, junto al río Alia, persiguieron y la ciudad ocuparon. Y nada pudo defenderse, salvo el Capitolio; como éste mucho tiempo lo asediaran y ya los romanos por el hambre sufrieran, recibido oro para que el Capitolio no asediaran, se retiraron. Pero se hizo un ataque por sorpresa contra los galos por parte de Camilo, que en una ciudad vecina estaba desterrado, y gravísimamente fueron derrotados. Después, sin embargo, también, persiguiéndolos, Camilo los masacró de tal forma que incluso el oro que a éstos les había sido dado y todas las enseñas militares que habían tomado recuperó. Así, una tercera vez, triunfante en la ciudad entró y fue llamado “segundo Rómulo”, como si también él mismo fuera fundador de la patria.