A continuación tienes el libro quinto del Breviario de Eutropio, traducido al español por Francisco Navarro y Calvo y transcrito, revisado y corregido por Francisco Javier Álvarez Comesaña para AcademiaLatin.com.
Índice de contenidos:
Guerra contra los cimbrios y los aliados de la Galia y Germania; su derrota
Mientras se hacía la guerra en Numidia contra Yugurta, los cónsules romanos Marco Manlio y Quinto Cepión fueron vencidos cerca del Ródano por los cimbrios, los teutones, los tigurinos y los ambronios, pueblos de Germania y de la Galia.
La matanza fue horrible, y los cónsules perdieron hasta el campamento y gran parte del ejército. Se propagó el espanto en Roma, espanto casi tan grande como en tiempos de Aníbal y de las guerras púnicas, temiéndose otra invasión de los galos.
Por esta razón, después de la victoria de Yugurta, fue nombrado cónsul por segunda vez Mario, encargándosele la dirección de la guerra contra los cimbrios y teutones. Como la guerra con los cimbrios se prolongaba, le confirieron por tercera y cuarta vez el consulado; pero en el cuarto tuvo por colega a Quinto Lutacio Catulo.
Siguió peleando con los cimbrios y les mató en dos batallas doscientos mil hombres: se apoderó de ochenta mil prisioneros, entre ellos su jefe Teutobodo, y esta hazaña hizo que le nombraran, aunque ausente, cónsul por quinta vez.
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Pero los cimbrios y teutones, que tenían aún fuerzas inmensas, pasaron a Italia. Gayo Mario y Quinto Gatulo marcharon de nuevo contra ellos, siendo más considerables las victorias de Catulo.
Habiéndoles librado batalla juntos dos generales, les mataron en el combate y en la fuga ciento cuarenta mil hombres y les hicieron sesenta mil prisioneros, no perdiendo los romanos más que trescientos soldados en los dos ejércitos.
Se arrebataron al enemigo treinta y tres enseñas, dos el ejército de Mario y treinta y una el de Catulo. Así terminó esta guerra, por la que se concedieron a los dos generales los honores del triunfo.
Bajo el consulado de Sexto Julio César y de Lucio Marcio Filipo, en el año seiscientos cincuenta y nueve de la fundación de Roma, cuando estaban casi terminadas todas las demás guerras, los picentinos, marsos y pelignos suscitaron una extremadamente peligrosa para Italia.
Estos pueblos, que desde muy antiguo obedecían a los romanos, comenzaron entonces a pedir igualdad de derechos. La guerra fue desastrosa. El cónsul Publio Rutilio fue muerto en ella, así como el noble joven Cepión y el otro cónsul, Porcio Catón.
Los picentinos y los marsos tenían a su frente a Tito Vetio, Hierio Aginio, Tito Herenio y Aulo Cluencio. Los romanos consiguieron al fin grandes ventajas bajo las órdenes de Gayo Mario, cónsul entonces por sexta vez, y especialmente de Lucio Cornelio Sila, que, entre otros triunfos, derrotó al innumerable ejército de Cluencio, uno de los generales enemigos, sin perder más que un soldado.
Esta guerra, después de durar cuatro años y ocasionar considerables pérdidas, quedó terminada en el quinto, por el cónsul Lucio Cornelio Sila, que antes, como pretor, se había distinguido por muchas hazañas.
Primera guerra civil: guerra entre Mario y Sila
En el año de Roma 662, comenzó la guerra civil y también la de Mitrídates.
Gayo Mario, cónsul por sexta vez, fue autor de la guerra civil. Viendo que el cónsul Sila, encargado de la guerra contra Mitrídates, que se había apoderado de Asia y de Acaya, retenía su ejército en Campania para extirpar los restos de la guerra social, de la que hemos hablado y de la que había sido teatro Italia, Mario pretendió que se le enviase contra el rey del Ponto.
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Indignado Sila, regresó a Roma con su ejército y dio batalla a Mario y a Sulpicio. Era el primer romano que entraba armado en Roma. Mató a Sulpicio, ahuyentó a Mario y después de haber hecho nombrar cónsules para el año siguiente a Gneo Octavio y Lucio Cornelio Cina, partió para Asia.
Guerra de Mitrídates
Mitrídates, que era rey del Ponto y que poseía Armenia menor, el Bósforo y todos los países situados allende el mar Póntico, quiso expulsar de Bitinia a Nicomedes, amigo del pueblo romano, anunciando al senado que iba a atacar a este príncipe para vengar las injurias que le había inferido.
Le respondió el senado que, si tal hacía, tendría también guerra con el pueblo romano. Irritado Mitrídates con esta respuesta, se apoderó enseguida de Capadocia y expulsó al rey Ariobarzanes, aliado de la república.
Invadió también Bitinia y Paflagonia, después de haber expulsado a los reyes Filomeno y Nicomedes, aliados de Roma. Desde allí marchó a Éfeso y envió a toda Asia cartas en que mandaba degollar, en el mismo día y donde estuviese, a todos los ciudadanos romanos que se encontrara.
Al mismo tiempo, el ateniense Aristón entregaba Atenas, ciudad de Acaya, a Mitrídates. Mitrídates había enviado ya a Acaya a su general Arquelao con un ejército de ciento veinte mil hombres de a pie y a caballo.
Este se apoderó también del resto de Grecia. Sila le sitió cerca del Pireo, a corta distancia de Atenas, y consiguió apoderarse de esta ciudad.
Habiendo librado enseguida batalla a Arquelao, le derrotó tan completamente que, de ciento veinte mil hombres, apenas le quedaron diez mil, mientras que el ejército romano no perdió más que catorce soldados.
Enterado Mitrídates de esta derrota, envió a Asia a Arquelao con setenta mil soldados escogidos. Sila les dio dos batallas: en la primera mató al enemigo quince mil hombres y a Diógenes, hijo de Arquelao; en la segunda fueron destrozadas todas las tropas de Mitrídates, permaneciendo Arquelao tres días oculto completamente desnudo en las lagunas. Al enterarse de esto, Mitrídates hizo proponer a Sila condiciones de paz.
Pero Sila, entretanto, venció o recibió por convenio a los dardanios, escordiscos, dálmatas y mesios. Legados del rey Mitrídates vinieron a buscarle para pedirle la paz, contestándoles que no la otorgaría si no abandonaba el rey el país de que se había apoderado y regresaba a su reino.
Sin embargo, celebraron los dos una entrevista poco tiempo después y convinieron las condiciones de paz, porque, habiendo sido llamado Sila a Roma con motivo de la guerra civil, no quiso dejar enemigos a la espalda.
Reanudación y fin de la guerra de Mario
En efecto, mientras Sila combatía a Mitrídates en Acaya y Asia, Mario, que se había visto obligado a huir, y Cornelio Cina, uno de los cónsules, reanudaron la guerra en Italia. Habiendo entrado en Roma, dieron muerte a los senadores más nobles y a muchos consulares, desterraron a un considerable número de ciudadanos, hicieron derribar la casa de Sila y obligaron a su esposa y a sus hijos a huir.
El pódcast de mitología griega
El resto del senado huyó de Roma, marchando a Grecia para suplicar a Sila que acudiese en socorro de la patria. Este pasó a Italia para hacer la guerra a los cónsules Norbano y Escipión.
Primeramente combatió con Norbano cerca de Capua, matándole seis mil hombres, y no perdiendo más que ciento veinticuatro soldados. Enseguida marchó contra Escipión, cuyo ejército se le rindió sin combatir.
Pero habiendo sido cambiados los cónsules y conferido el consulado al hijo de Mario y al de Papirio Carbón, Sila dio batalla al joven Mario, le mató quince mil hombres, sin perder más que cuatrocientos de los suyos.
Poco después entró en Roma. Persiguió al hijo de Mario hasta Preneste, le sitió allí y le redujo a darse la muerte. Todavía tuvo que sostener un terrible combate, cerca de la puerta Colina, contra Lamponio y Carinas, jefes del partido de Mario, quienes, según se dice, opusieron a Sila setenta mil hombres. Doce mil se le rindieron; los otros no pudieron escapar a la implacable cólera del vencedor, y quedaron exterminados en el combate, en su campamento o en la fuga.
El otro cónsul, Gneo Carbón, huyó de Rímini a Sicilia, donde le mató Gneo Pompeyo, que entonces tenía veintiún años solamente, y a quien Sila, conociendo su mérito, había confiado el mando de sus ejércitos, de manera que se le consideraba como su lugarteniente.
Después de matar Pompeyo a Carbón, recobró Sicilia. Pasando de allí a África, hizo morir a Domicio, uno de los jefes del partido de Mario, y a Hiarbas, rey de Mauritania, que se había unido a Domicio.
Fin de las guerras
Después de estas victorias, Sila triunfó sobre Mitrídates con mucho esplendor, y Gneo Pompeyo triunfó en África, a la edad de veinticuatro años, honor que no se había concedido hasta entonces a ningún romano tan joven.

Tras nueve años de asedio y no mucha actividad guerrera, los griegos aún confían en tomar la ciudad de Troya. Todo se precipita con la famosa cólera de Aquiles: el gran rey Agamenón deshonra al mejor de los griegos, que entonces se niega a luchar contra el enemigo. Sin su lanza, el ejército griego no es rival para los soldados de Héctor, el gran comandante troyano. Comienzan los duelos de los héroes de ambos bandos y las hazañas de héroes como Áyax, Diomedes y Odiseo. Sin embargo, los griegos solo podrán conquistar Troya cuando Aquiles deponga su cólera y regrese al campo de batalla. 👉 Seguir.
Así terminaron aquellas dos guerras tan funestas a la república: la guerra itálica, llamada social, y la guerra civil. Una y otra duraron diez años y causaron la muerte de ciento cincuenta mil hombres, entre los que se contaban veinticuatro consulares, siete pretores antiguos, sesenta que habían sido ediles y cerca de doscientos senadores.