A continuación tienes un libro del Breviario de Eutropio, traducido al español por Francisco Navarro y Calvo y transcrito, revisado y corregido por Francisco Javier Álvarez Comesaña para AcademiaLatin.com.
Índice de contenidos:
- Enfrentamiento de Octaviano con Marco Antonio
- Segundo triunvirato
- Guerra contra Bruto y Casio, asesinos de César
- Octaviano y Marco Antonio comparten el gobierno
- Lucio, hermano de Antonio, promueve nuevas turbulencias
- Guerra de Sexto Pompeyo
- Triunfo de Agripa en Aquitania y de Baso sobre los partos
- Sexto Pompeyo reanuda la guerra
- Marco Antonio se casa con Cleopatra y lucha contra los partos
- Guerra entre Octavio y Marco Antonio
- Batalla de Accio y muerte de Marco Antonio y Cleopatra
- Se añade Egipto al imperio romano
- Octavio recibe el título de Augusto
- Guerras de Augusto
- Otros logros de Augusto, y su muerte
- Gobierno de Tiberio
- Gobierno de Calígula
- Gobierno de Claudio
- Gobierno de Nerón
- Movimientos de Britania, los partos en Armenia, etc.
- Suicidio de Nerón
- Gobierno de Galba
- Lucha de Otón y Vitelio
- Gobierno de Vitelio
- Gobierno de Vespasiano
- Gobierno de Tito
- Gobierno de Domiciano
Enfrentamiento de Octaviano con Marco Antonio
Por el año 709 de Roma, después del asesinato de César, comenzaron de nuevo las guerras civiles. Era favorable en senado a los asesinos, y su partidario, el cónsul Marco Antonio, se esforzaba en abrumarlos en sus luchas intestinas.
Así pues, durante esta perturbación de la república, habiendo cometido Antonio toda clase de crímenes, el senado le declaró enemigo de la patria. Enviaron contra él a los dos cónsules, Pasa e Hircio, con el joven Octaviano, de dieciocho años y sobrino de César, quien por su testamento le había instituido heredero, mandándole llevar su nombre. Este fue quien más adelante recibió el nombre de Augusto y se apoderó del imperio.
Los tres generales marcharon, pues, contra Antonio y le vencieron. Pero aconteció que los dos cónsules vencedores sucumbieron, por lo que los tres ejércitos obedecieron al único César Augusto.
Segundo triunvirato
Obligado a huir Antonio, después de haber perdido su ejército, se refugió al lado de Lépido, que había sido jefe de la caballería en tiempos de César y que entonces se encontraba al frente de considerables fuerzas.
Poco después, por mediación de Lépido, Augusto hizo las paces con Antonio y enseguida, so pretexto de vengar la muerte de su padre (porque César le había adoptado por testamento), avanzó contra Roma con un ejército, y se hizo dar por fuerza el consulado a los veinte años.
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De acuerdo con Antonio y Lépido, proscribió al senado y comenzó a tener subyugada la república con las armas. Ellos mataron al orador Cicerón y a otros muchos ciudadanos ilustres.
Guerra contra Bruto y Casio, asesinos de César
Entretanto, Bruto y Casio, asesinos de César, comenzaron una guerra terrible, al frente de muchos ejércitos diseminados por Macedonia y Oriente, y de los que se habían apoderado.
César Octaviano Augusto y Marco Antonio marcharon contra ellos (quedando Lépido para defender Italia) y combatieron cerca de Filipos, ciudad de Macedonia. En la primera batalla quedaron vencidos Antonio y César, pero Casio, jefe de la nobleza, pereció en ella. En la segunda quedó derrotado y muerto Bruto, con considerable parte de la nobleza que había peleado a sus órdenes.
Octaviano y Marco Antonio comparten el gobierno
Los vencedores se repartieron de este modo la república: Augusto recibió las Hispanias, las Galias e Italia; Antonio, Asia, el Ponto y Oriente.
Lucio, hermano de Antonio, promueve nuevas turbulencias
Pero en la misma Italia, el cónsul Lucio Antonio, hermano del que había combatido con César contra Bruto y Casio, promovió una guerra civil. Vencido cerca de Perusa, ciudad de Toscana, quedó prisionero y le perdonaron la vida.
Guerra de Sexto Pompeyo
Por otra parte, Sicilia era teatro de una espantosa guerra, encendida por Sexto Pompeyo, hijo de Gneo Pompeyo el Grande, con quien se habían reunido multitud de restos del partido de Bruto y Casio.
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César Augusto Octaviano y Marco Antonio marcharon para combatirle y concluyeron por acordar la paz.
Triunfo de Agripa en Aquitania y de Baso sobre los partos
En esta época consiguió notables ventajas Marco Agripa en Aquitania, y Lucio Ventidio Baso venció en tres batallas a los persas, que hacían irrupción en Siria.
Mató a Pacoro, hijo del rey Orodo, el mismo día en que Surena, general de Orodo, rey de los persas, mató en otro tiempo a Craso. Ventidio fue el primero que triunfó legítimamente sobre los partos.
Sexto Pompeyo reanuda la guerra
Entretanto Pompeyo rompió la paz y, vencido en un combate naval, fue muerto cuando huía a Asia.
Marco Antonio se casa con Cleopatra y lucha contra los partos
Antonio, dueño de Oriente y Occidente, repudió a la hermana de César Augusto Octaviano y se casó con Cleopatra, reina de Egipto.
También hizo la guerra a los persas, venciéndoles en los primeros combates; pero, al regresar, sufrió hambre y peste y, estrechado en la retirada por los partos, salió vencido de su país.
Guerra entre Octavio y Marco Antonio
Por instigación de Cleopatra, reina de Egipto, que deseaba con todo el ardimiento de una mujer reinar también sobre Roma, promovió una espantosa guerra civil.
Batalla de Accio y muerte de Marco Antonio y Cleopatra
Vencido por Augusto en una batalla naval perpetuamente famosa, que se libró cerca de Accio, en Epiro, huyó a Egipto y, desesperado de la fortuna, que hacía que pasasen todos al lado de Augusto, se mató.
Cleopatra hizo que le mordiese un áspid, cuyo veneno le ocasionó la muerte.
Se añade Egipto al imperio romano
Octaviano Augusto añadió Egipto al imperio romano y dio el gobierno a Gneo Cornelio Galo, primer juez romano que tuvo Egipto.
Octavio recibe el título de Augusto
Extinguidas así las guerras en todo el universo, regresó a Roma Octaviano Augusto, doce años después de su primer consulado.
Desde esta época gobernó solo la república durante cuarenta y cuatro años, habiéndola administrado antes con Antonio y Lépido por espacio de doce. Así pues, desde el principio al fin de su imperio transcurrieron cincuenta y seis años.
Tenía setenta y seis cuando murió de muerte natural, en Atela, ciudad de Campania. Se le sepultó en Roma en el Campo de Marte, y sus grandes hazañas han hecho que, con justicia, se le atribuya algo de divino.
En efecto, tal vez nadie fue más afortunado en la guerra ni más moderado en la paz. Durante los cuarenta y cuatro años que reinó solo, se mostró muy afable con los ciudadanos, muy generoso con todos, muy fiel a sus amigos, y a tales honores les elevó, desde la cumbre de su poder, que casi los hizo iguales suyos.
Guerras de Augusto
Nunca estuvo tan floreciente la república porque, exceptuando las guerras civiles, de que salió vencedor, Augusto añadió al imperio romano Egipto, Cantabria, Dalmacia, que había sido vencida muchas veces antes de él, pero que entonces quedó sometida por completo; Panonia, Aquitania, Iliria, Recia, el país de los vindelicios y el de los salasos, en medio de los Alpes; todas las ciudades marítimas del Ponto y, entre otras, las notabilísimas del Bósforo y Penticapeon.
Derrotó también a los dacios en muchos combates, deshizo los inmensos ejércitos de los germanos, y hasta rechazó a estos pueblos al otro lado del Elba, que está mucho más allá del Rin, en aquellas comarcas bárbaras.
El pódcast de mitología griega
Verdad es que encargó a su yerno Druso la dirección de esta guerra, y a su otro yerno, Tiberio, la de Panonia. En esta expedición se hicieron cuarenta mil prisioneros, que fueron trasladados de Germania a la Galia, en las orillas del Rin.
Otros logros de Augusto, y su muerte
Los partos le restituyeron Armenia y, lo que nunca habían hecho, le entregaron rehenes. También devolvieron las enseñas romanas que arrebataron a Craso vencido.
Los escitas y los indios, que hasta entonces no habían conocido el nombre de Roma, le enviaron legados y regalos. Bajo su mando pasó también Galacia a ser provincia romana, de reino que era antes, siendo Marco Lolio el primero que la administró como propretor.
Tanto amaron a Augusto hasta los bárbaros que los reyes amigos del pueblo romano construyeron en honor suyo ciudades que llamaron Cesareas, como la que el rey Juba fundó en Mauritania, y la de Palestina, que es hoy una de las más notables de aquel país.
Muchos reyes, dejando sus Estados, acudieron a saludarle, viéndoseles vestidos al uso romano, es decir, con toga, correr al lado de su litera o de su caballo.
A su muerte se le llamó divino. Dejó la república en el estado más próspero a Tiberio, sucesor suyo, que había sido su yerno y últimamente su hijo por adopción.
Gobierno de Tiberio
Tiberio no mostró en el poder más que vicios, excesiva pereza, espantosa crueldad, criminal avaricia y vergonzoso libertinaje. Nunca combatió en persona, no haciendo la guerra más que por sus lugartenientes.
Con buenas palabras atrajo a su lado a algunos reyes, a quienes no dejó regresar, entre otros, a Arquelao, rey de Capadocia, cuyo reino redujo a provincia romana. También quiso que la capital de este país, llamada antes Mazaca, y actualmente Cesarea, llevase su nombre.
Murió en Campania a los veintitrés años de reinado y a los setenta y ocho de edad, produciendo su muerte general regocijo.
Gobierno de Calígula
Le sucedió Gayo César, denominado Calígula, nieto de Tiberio y de Druso, yerno de Augusto. Por sus crímenes llegó a ser azote del mundo, y hasta hizo echar de menos el ignominioso reinado de Tiberio.
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Emprendió la guerra contra los germanos y, habiendo entrado en Suevia, no demostró valor alguno. Cometió incestos con sus hermanas y hasta tuvo con una de ellas una hija que reconoció.
Habiendo tenido que sufrir todos por su avaricia, libertinaje y crueldades, fue muerto en el palacio a la edad de veinticinco años, diez meses y ocho días.
Gobierno de Claudio
Enseguida pasó el imperio a Claudio, tío paterno de Calígula e hijo de Druso, cuya tumba se ve cerca de Maguncia y de quien era nieto Calígula.
Este fue mediano príncipe. Prudente, moderado en muchas ocasiones, fue cruel y estúpido en otras.
Llevó la guerra a Britania, adonde no había abordado ningún romano después de Julio César; y habiéndola vencido con las armas de Gneo Sencio y de Aulo Plaucio, tan ilustres por su mérito como por su nacimiento, triunfó espléndidamente en Roma.
Añadió también al imperio algunas islas situadas en el Océano, al otro lado de Britania, islas llamadas Orcadas, e hizo tomar a su hijo el nombre de Británico.
Por lo demás, mostró tanta afabilidad con algunos amigos suyos que en el triunfo de Plaucio, varón noble que se había distinguido con muchas hazañas en la expedición de Britania, se le vio acompañar al triunfador, y marchar a su izquierda hasta el Capitolio.
Claudio vivió sesenta y cuatro años y reinó catorce. Después de su muerte fue consagrado y llamado divino.
Gobierno de Nerón
Su sucesor Nerón fue semejante en todo a Calígula, tío materno suyo. Deformó y disminuyó el imperio romano.
Le gustó hasta la pasión del lujo y esplendor; así fue que, a ejemplo de Gayo Calígula, se le vio bañarse en esencias frías y calientes y pescar con redes de oro sostenidas con cuerdas de color de púrpura. Hizo dar muerte a un infinito número de senadores y fue enemigo de todos los hombres honrados.
Histori(et)as de griegos y romanos


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En fin, envileció y prostituyó su dignidad hasta bailar y cantar en el teatro con traje de músico o de actor trágico. Sus parricidios fueron numerosos: mató a su hermano, a su esposa, a su madre. Incendió la ciudad de Roma, para formar idea, con el espectáculo de aquel incendio, del que en otro tiempo consumió a Troya vencida.
Movimientos de Britania, los partos en Armenia, etc.
En cuanto a la guerra, no intentó ninguna, estando a punto de perder Britania, cuyas dos ciudades más notables fueron tomadas y destruidas bajo su reinado. Los partos le arrebataron Armenia, haciendo pasar bajo el yugo a las legiones romanas.
Sin embargo, bajo su mando adquirió el imperio dos provincias: el Ponto Polemoniaco, cedido por su rey Polemón, y los Alpes Cotienos después de la muerte de su rey Cotio.
Suicidio de Nerón
Habiéndose hecho, por estos motivos, execrable a todo el mundo romano, todos le abandonaron a la vez, declarándole el senado enemigo público.
Cuando le buscaban para hacerle sufrir su pena (que debía consistir en pasearle desnudo por la ciudad, con una horquilla por el cuello, ser azotado con varas enseguida hasta morir, y precipitado después por la roca Tarpeya), huyó del palacio y, habiéndose refugiado en la alquería de un liberto suyo, entre las vías Salaria y Nomentana, a cuatro millas de Roma, se mató allí.
Hizo construir en Roma termas, llamadas entonces Neronianas y hoy Alejandrinas.
Murió a los treinta y un años de edad y catorce de reinado, extinguiéndose en él la familia de Augusto.
Gobierno de Galba
Le sucedió Servio Galba, senador de la nobleza más antigua y de setenta y tres años de edad. A Galba le eligieron emperador los hispanos y los galos, y todos los ejércitos confirmaron regocijados la elección.
Sus cargos civiles y militares habían ilustrado su vida privada: había sido honrado muchas veces con el consulado, con el título de procónsul y mando superior en guerras importantes.
Su reinado fue corto: los comienzos muy felices, no censurándosele más que cierta inclinación a la severidad. Pereció víctima de las asechanzas de Otón, en el séptimo mes de su reinado, siendo degollado en el foro y enterrado en sus jardines, situados en la vía Aurelia, cerca de la ciudad de Roma.
Lucha de Otón y Vitelio
Muerto Galba, se apoderó del imperio Otón, cuyo nacimiento, más ilustre por su madre que por su padre, no era, sin embargo, oscuro por ninguno de los dos.
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Como particular había vivido en la molicie y familiaridad de Nerón; como emperador no tuvo tiempo para darse a conocer porque, apenas había caído Galba bajo los golpes de Otón, los ejércitos de Germania proclamaron a Vitelio; y habiendo marchado Otón contra él, fue vencido en un combate cerca de Bebriaco, en Italia.
Aunque le quedaban fuerzas considerables para la guerra y los soldados le exhortaban a no desesperar tan pronto del éxito de las armas, se mató, diciendo que su vida no era tan preciosa que mereciese la prolongación de la guerra civil.
Murió, pues, voluntariamente a la edad de treinta y ocho años, después de haber reinado noventa y cinco días.
Gobierno de Vitelio
Enseguida tomó Vitelio posesión del imperio. Pertenecía a una familia más distinguida que noble porque su padre, aunque de origen muy poco ilustre, había sido honrado con tres consulados ordinarios.
Vitelio vivió en el trono en la más profunda abyección, haciéndose notable por su crueldad, pero más especialmente por su glotonería y voracidad, acostumbrando, según dicen, a hacer diariamente cuatro o cinco comidas muy abundantes.
La historia ha hecho famosa la cena que le dio su hermano Vitelio, de la que se dice que, entre otros ejemplos de suntuosidad, se sirvieron dos mil peces y siete mil aves.
Como quería parecerse a Nerón y ostentaba este deseo hasta honrar los restos de aquel emperador, que fueron inhumados sin pompa, fue muerto por los generales del emperador Vespasiano, a cuyo hermano Sabino había hecho perecer en el incendio del Capitolio.
Primeramente le llevaron con ignominia por las calles de Roma, desnudo, levantados los cabellos, alta la cabeza, con una espada atada debajo de la barba, expuesto a los ultrajes de los transeuntes, que le arrojaban inmundicias a la cara y al pecho; y al fin le estrangularon y arrojaron al Tíber, no alcanzando siquiera la sepultura que se concede a todos. Pereció a la edad de cincuenta y siete años, habiendo reinado ocho meses y un día.
Gobierno de Vespasiano
Le sucedió Vespasiano, proclamado emperador en Palestina. Este príncipe, de oscuro nacimiento, compitió con los mejores.
Su vida privada era ilustre: enviado por Claudio a Germania y después a Britania, había librado treinta y dos combates y añadido al imperio romano dos naciones poderosas, veinte ciudades y la isla de Vecta, vecina de Britania.
Se condujo en el trono con moderación suma, aunque le gustaba mucho el dinero; pero a nadie lo tomó injustamente y, si mostraba mucho apresuramiento por reunirlo, no lo manifestaba menor en sus generosidades, que acudían especialmente a la necesidad.
Ningún príncipe había ostentado hasta entonces ni más grandeza en la liberalidad ni más justicia. Inalterablemente suave, le costaba mucho trabajo imponer castigo superior al destierro a los que se habían hecho culpables del crimen de lesa majestad.
Bajo su reinado fue unida al imperio Judea, así como Jerusalén, la ciudad más célebre de Palestina; Acaya, Licia, Rodas, Bizancio y Samos, que hasta entonces habían conservado su libertad; Tracia, Cicilia, la Comagena, gobernadas por reyes aliados, fueron reducidas a provincias romanas.
Olvidaba las ofensas y enemistades y soportaba con paciencia las invectivas de los abogados y de los filósofos, pero atendía especialmente a mantener la disciplina militar. Con su hijo Tito triunfó sobre Jerusalén.
Sus cualidades le habían hecho querer por parte del senado, del pueblo y de todo el mundo, cuando murió de disentería en su quinta, cerca del país de los sabinos, a la edad de sesenta y nueve años, después de haber reinado nueve años y siete días.
Le colocaron en el rango de los dioses. Tal confianza tenía en el destino de sus hijos que, a pesar de las numerosas conspiraciones urdidas contra él, tramas que siempre afectó despreciar, dijo en pleno senado: «Me sucederán mis hijos o nadie».
Gobierno de Tito
Le sucedió su hijo Tito, llamado también Vespasiano. Fue un príncipe perfecto y mereció que se le llamase «amor y delicia del género humano». Fue modelo de elocuencia, valor y moderación. Defendió causas en latín y compuso en griego poemas y tragedias.
En el sitio de Jerusalén, donde militaba a las órdenes de su padre, se le vio atravesar con doce flechas a doce sitiados. En el trono demostró tanta bondad que nunca castigó a nadie, y continuó recibiendo tan familiarmente como en lo pasado a los que estaban convictos de haber conspirado contra él.
El pódcast de mitología griega
Extraordinariamente liberal y dadivoso, no rechazaba ninguna petición y, como sus amigos le hacían observaciones, contestó: «Nadie debe salir descontento de una audiencia del emperador». En otra ocasión, recordando al comer que no había hecho ningún favor aquel día, dijo: «He perdido el día». Hizo construir en Roma un anfiteatro, en cuya dedicación se mataron cinco mil fieras.
Este príncipe, tan querido por sus virtudes, murió de enfermedad en la misma quinta que su padre, dos años, ocho meses y veinte días después de su advenimiento al trono, y a los cuarenta y uno de edad.
Su muerte produjo duelo universal, llorándole cada cual como a su propio padre. Enterado de aquella pérdida el senado, al oscurecer acudió de noche a la curia y le tributó más elogios y acciones de gracias que jamás le votó en vida y en su presencia. Le colocaron en el rango de los dioses.
Gobierno de Domiciano
Domiciano, su hermano menor, tomó enseguida posesión del imperio. Este se pareció más a Nerón, Calígula o Tiberio que a su padre o a su hermano.
Moderado en los primeros años de su reinado, pronto se entregó a los excesos del libertinaje, de la ira, de la crueldad y avaricia, haciendo olvidar las virtudes de su padre y de su hermano el odio que se atrajo.
Quitó la vida a muchos nobles senadores; fue el primero que quiso que le llamasen señor y dios, y no consintió que le erigiesen estatuas en el Capitolio sino de oro o plata. Hizo perecer a sus primos, y su orgullo le hizo execrable.
Sostuvo cuatro guerras: la primera contra los sármatas; la segunda contra los catos; y las otras dos contra los dacios. La expedición contra los dacios y la realizada contra los catos fueron para él ocasión de doble triunfo, pero su campaña de Sarmacia solamente le valió una corona de laurel.
Histori(et)as de griegos y romanos


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En estas mismas guerras experimentó muchos reveses: en Sarmacia, una legión suya fue exterminada con su jefe, y los dacios le mataron al consular Opio Sabino y al prefecto del pretorio Cornelio Fusco, a la vez que grandes ejércitos.
Hizo construir en Roma muchos edificios y entre otros se le deben el Capitolio, el Foro Transitorio, el Odeón, los pórticos de los dioses, los templos de Isis y Serapis y el Estadio.
Pero, habiéndole hecho sus crímenes objeto de universal horror, le mataron en el palacio sus propios guardias, en el año cuarenta y cinco de su edad y decimoquinto de reinado. Los agentes más viles de los funerales nocturnos se llevaron su cadáver y lo sepultaron ignominiosamente.