A continuación tienes uno de los personajes de los Hombres ilustres de Nepote, texto transcrito, modernizado, etc., por Francisco Javier Álvarez Comesaña para AcademiaLatin.com a partir de diversas fuentes.
El siguiente vídeo incluye una grabación de todas las Vidas (voz artificial); puedes usarlo a modo de audiolibro si te apetece. Inmediatamente después, un poco más abajo, tienes todo el texto.
Amílcar, capitán cartaginés, padre de Aníbal, habiendo el cónsul Gayo Lutacio vencido la armada cartaginesa, cuyo general era Hanón, en la batalla naval que dio a Cartago junto a las islas Egates en el año 512 de la fundación de Roma, fue nombrado para que a su arbitrio ajustase las paces con los romanos. Pasó a Hispania, sujetó varias ciudades y enriqueció África con los despojos ganados en las batallas. Fue muerto en el año 526 de la fundación de Roma en la batalla que dio a los vetones, pueblos comprendidos en la provincia que hoy es Extremadura.
Capítulo I
Desde que Amílcar tomó el mando en Sicilia del ejército cartaginés, cesó este de sufrir descalabros, y aun cuando ya no le quedaba allí otra fortaleza que la de Érix, la defendió con el mayor esfuerzo y no convino en la paz sino bajo la condición de que la tropa saldría con todos los honores de la guerra. Su resolución de renovarla por más adelante con los romanos.
Amílcar, por sobrenombre Barca, hijo de Aníbal, fue natural de Cartago y, siendo aún muy joven, comenzó a mandar el ejército en la isla de Sicilia al fin de la primera guerra púnica.
Siendo así que antes de su llegada les iba mal a las armas de los cartagineses, así por mar como por tierra, donde él se halló jamás cedió al enemigo ni le dio lugar para hacerle algún daño; antes al contrario, le provocaba a batalla cuando tenía ocasión y salía siempre con ventaja.
Después, cuando ya Cartago había perdido casi todo lo que tenía en Sicilia, Amílcar defendió con tanto esfuerzo el castillo de Érix que parecía que aún no había llegado la guerra a aquel paraje.
Entretanto los cartagineses, habiendo perdido la batalla naval que dieron al cónsul Gayo Lutacio junto a las islas Egates, resolvieron poner fin a la guerra y dejaron al arbitrio de Amílcar el ajuste de las paces. Él, aunque deseaba con ardor la guerra, con todo juzgó que en la presente ocasión debía procurar la paz, porque conocía que su patria, empobrecida con tantos gastos, no podía sufrir por más tiempo los daños de la guerra, a la que desde luego pensaba volver si el estado de las cosas se mejorase algún tanto, siendo su ánimo perseguir con las armas a los romanos hasta conseguir completa victoria de ellos o entregarse a merced del vencedor.
Con esta resolución concluyó el tratado de la paz, en cuyo ajuste estuvo tan feroz que, no queriendo Catulo venir en concederla, como Amílcar no saliese sin armas de toda Sicilia con la guarnición del castillo de Érix, aunque veía su patria rendida, respondió que moriría antes que volver a su país tan afrentado: que en un hombre de su valor no cabía entregar a los enemigos las armas que su patria le había puesto en las manos contra ellos. Catulo cedió a su tesón.
Aprende latín y griego antiguo desde cero al mejor precio con esta oportunidad única. Aprovecha el combo latín & griego antiguo por 399 € para siempre.
Accede a las futuras ampliaciones con textos largos, actividades concretas, etc. Un solo pago, acceso para siempre, sin suscripciones recurrentes.
Capítulo II
A la vuelta de Amílcar a Cartago, la halla devorada por sus disensiones interiores. Nombrado general de las tropas en los momentos de mayor conflicto, ahuyenta a los sublevados recobra las ciudades perdidas y extiende todavía los límites de aquella república.
Llegando Amílcar a Cartago, halló la república en muy distinto estado del que esperaba, porque con la larga duración de los males de afuera se encendió dentro del estado tan sangrienta guerra que jamás corrió Cartago tanto riesgo sino cuando fue destruida.
Las tropas asalariadas que habían servido contra los romanos, y serían en número de veinte mil, se sublevaron y, causando una general rebelión en toda África, llegaron a atacar la misma ciudad de Cartago. Estos males infundieron tanto terror en los cartagineses que se vieron precisados a pedir socorro a los mismos romanos, y lo consiguieron; pero, habiendo ya casi llegado a términos de desesperar, recurrieron a nombrar por general a Amílcar, el cual no solo alejó a los enemigos de los muros de Cartago, pasando ya de cien mil, sino que, encerrándolos en parajes estrechos, los redujo a morir más de hambre que a hierro.
Restituyó a su patria todas las ciudades levantadas y entre ellas Útica e Hipona, que eran las más poderosas de toda África, y, no contento con esto, extendió los límites del imperio, dejando tan pacífico todo el país africano que parecía que se había gozado allí de una paz tranquila muchos años.
Capítulo III
Apaciguada África, solicitó Amílcar, para tener ocasión de romper con los romanos, que se le enviase por general del ejército cartaginés a Hispania, adonde pasó con su hijo Aníbal y con su favorito Asdrúbal, que fue después yerno suyo. Este, aunque acabó grandes empresas, fue el primero en estragar las costumbres de sus conciudadanos.
Acabadas estas empresas tan a su satisfacción, Amílcar, lleno de confianza y rencor contra Roma, solicitó que le enviasen por general del ejército a Hispania (pareciéndole que así se hallaría más fácilmente causa para romper las paces hechas con los romanos) y llevó en su compañía a su hijo Aníbal, que entonces tenía nueve años.
Fue también con él un joven ilustre de bello parecer, llamado Asdrúbal, a quien, según decían, amaba con amor menos honesto que debiera; mas ¿cómo podían faltar maldicientes a un hombre tan grande? Esta murmuración dio motivo para que el censor de las costumbres apartase de su lado a Asdrúbal, mas Amílcar le casó con su hija, porque, según sus costumbres, no se puede separar al yerno de la compañía del suegro.
Hice mención de este porque, después de la muerte de Amílcar, tuvo el mando del ejército y acabó grandes empresas, y también por haber sido el primero que estragó con sus prodigalidades las antiguas costumbres de los cartagineses, y haber recibido Aníbal el mando del ejército después de que este faltó.
Histori(et)as de griegos y romanos

Lo más probable es que ames el latín, el griego, el mundo clásico en general...
Si te gustan los griegos y romanos, el mundo antiguo y las historias, historietas y anécdotas… tengo histori(et)as de griegos y romanos para ti.
Cada día recibirás un correo con una histori(et)a de griegos al principio y más tarde de romanos. Las lees en menos de cinco minutos.
Capítulo IV
Amílcar hace en Hispania grandes cosas por espacio de nueve años, enriquece África y muere en una batalla dejando legado a su hijo el odio con que constantemente había mirado a los romanos.
Volviendo a Amílcar, habiendo desembarcado en Hispania, hizo en ella grandes cosas: sujetó algunas naciones muy guerreras y de mucha población, enriqueció a toda África de caballos, armas, hombres y dinero. Cuando trataba de pasar la guerra a Italia, fue muerto en una batalla contra los vetones a los nueve años de su llegada a Hispania.
El odio que Amílcar profesó toda su vida a los romanos fue, a lo que parece, la causa principal de la segunda guerra púnica: porque su hijo Aníbal, con las continuas amonestaciones de su padre, llegó a tal extremo que quería más perder la vida que dejar de probar las fuerzas romanas.