A continuación tienes uno de los personajes de los Hombres ilustres de Nepote, texto transcrito, modernizado, etc., por Francisco Javier Álvarez Comesaña para AcademiaLatin.com a partir de diversas fuentes.
El siguiente vídeo incluye una grabación de todas las Vidas (voz artificial); puedes usarlo a modo de audiolibro si te apetece. Inmediatamente después, un poco más abajo, tienes todo el texto.
Datames ganó muchas victorias. Obtuvo muchos honores en el servicio de Artajerjes Mnemón, rey de Persia; pero sus émulos le malquistaron con este príncipe. Era sátrapa o gobernador de Capadocia, o de aquella parte de Cilicia que confina con Capadocia. Movió guerra contra el mismo Artajerjes. En el año tercero de la olimpiada 104 fue muerto a traición por Mitrídates, que voluntariamente había prometido al rey dar muerte a Datames.
Capítulo I
Datames entra a servir en el cuerpo de guardias del rey Artajerjes y se da a conocer distinguidamente en la campaña contra los cadusios. Habiendo muerto en ella su padre, le reemplaza en el gobierno de una parte de Cilicia.
Voy ahora a contar la vida del más valeroso y prudente general que hubo entre todos los bárbaros, si exceptuamos a los dos cartagineses Amílcar y Aníbal. Trataré de este más a la larga, así porque se tiene poco conocimiento de los más de sus hechos como porque la felicidad que tuvo en algunos sucesos no la debió al crecido número de sus tropas, sino a su mucha prudencia, superior a la de todos los generales de su tiempo, porque no se verían las cosas con claridad si no se expone el modo con que pasaron estos hechos.
Datames fue hijo de Camisares, natural de Caria, y de una escita. Al principio sirvió al rey Artajerjes en el cuerpo de guardias. Su padre, en consideración a su actividad, valor y fidelidad que acreditó en varias ocasiones, obtuvo el gobierno de aquella parte de Cilicia, frontera de Capadocia, que habitan los leucosiros.
Datames, sirviendo en el cuerpo de guardias, como dejo dicho, dio las primeras muestra de sí en la guerra que el rey hizo contra los cadusios, porque en esta guerra que costó la vida a muchos millares, así de los del rey como de los contrarios, fue de suma importancia su persona. En atención a esto, Artajerjes le nombró para el gobierno de su padre, que había muerto en aquella campaña.
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Capítulo II
Habiéndose sublevado Tío, deudo de Datames, da el rey a este el encargo de reducirle. Intenta primero Datames traerle a la razón a buenas, avistándose con él sin precaución alguna; pero como le costase casi la vida esta su sobrada confianza, le declara la guerra y logra cogerle vivo a él y a toda su familia.
Mostró igual valor después, cuando Autofrades, de orden de Artajerjes, marchó contra los que habían faltado a la obediencia, porque en una ocasión en que los enemigos habían penetrado ya dentro de los reales, fueron desbaratados por él, salvándose el resto del ejército real, con lo que comenzó a correr con empresas de más importancia.
Era entonces régulo de Paflagonia Tío, de antiguo linaje descendiente de aquel Pilemenes que, según refiere Homero, murió a manos de Patroclo en la guerra de Troya. Habiendo este negado la obediencia, resolvió el rey emplear contra él sus armas, y confió esta empresa a Datames, pariente cercano del paflagonio, pues eran hijos de hermanos.
Por esta razón Datames resolvió probar todos los medios posibles de traer a la razón a su deudo sin valerse de la fuerza. Habiendo ido a verse con él sin escolta alguna, porque de un amigo y pariente no recelaba ninguna traición, le hubo de costar la vida su confianza, pues quiso Tío darle muerte en secreto.
La madre de Datames, hermana del padre del traidor, la cual se hallaba también allí, supo lo que se tramaba contra la vida de su hijo y le dio aviso. Datames se puso en salvo huyendo y declaró la guerra a Tío, y, aunque en ella se vio desamparado de Ariobarzanes, sátrapa de Lidia, Jonia y toda Frigia, la continuó con todo calor, logrando por fin coger vivo al traidor con su mujer e hijos.
Capítulo III
Entra Datames en la corte sin que nadie lo supiese, disfrazado de cazador, llevando atado al prisionero como si fuese una fiera. Queda muy satisfecho el rey de su conducta, le hace magníficos presentes y le nombra general de las tropas para la guerra de Egipto.
Procuró llegar a la corte antes de que el rey tuviese noticia de lo sucedido, y en efecto entró en ella sin que nadie lo supiese. Al día siguiente vistió con el rico vestido de los sátrapas a su prisionero, que era un hombre muy corpulento y de terrible aspecto, así por lo atezado de su rostro como por lo largo de sus cabellos y barba.
Le puso también para adorno un collar y brazaletes de oro y todos los demás arreos de los reyes. Después se echó a él a cuestas un capotón pardo y una zamarra, se encasquetó en la cabeza un morrión de cazador, tomó en la mano diestra una clava y en la siniestra el cordel con que estaba atado Tío, y en esta forma le llevaba delante de sí, como si fuese una fiera cogida en los montes.
Todos se paraban a mirarle, extrañando así el traje como la figura del prisionero, y entre los muchos que acudieron a verle no faltó quien conociese a Tío y fuese al rey con la noticia.
Por lo pronto Artajerjes no quiso darle crédito, y envió a Farnabazo para que averiguase si era verdad. Luego que supo de boca de este el suceso, mandó que al punto entrasen a su presencia, quedando muy gustoso, así de lo sucedido como del pensamiento de traerle en aquella forma, y sobre todo de ver en su poder un rey famoso, cuando no lo esperaba.
Y así después de hacer magníficos presentes a Datames, le envió al ejército, que entonces se juntaba a las órdenes de Farnabazo y Titraustes para la guerra de Egipto, y le asoció a los dos, dándole igual potestad; mas después envió orden a Farnabazo de retirarse y confió a Datames el mando absoluto de las tropas.
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Capítulo IV
Cuando se estaba disponiendo para marchar a Egipto, le ordena el rey que emplee sus fuerzas contra Aspis. Obedece a pesar suyo, se embarca con pocos soldados escogidos y, haciendo marchas forzadas, sorprende al rebelde y lo envía al rey cargado de cadenas.
Cuando Datames estaba todo ocupado en hacer gente y disponer la marcha a Egipto, recibió impensadamente unos pliegos del rey en que le ordenaba que emplease sus armas contra Aspis, señor de Cataonia, provincia confinante de Capadocia, situada más allá de Cilicia.
Este régulo, confiado en la aspereza del país y en los fuertes que le defendían, no solo no obedecía a las órdenes del rey, sino que aún se atrevía a hacer correrías en las provincias vecinas, y salía a los caminos a robar las conductas que se llevaban para el rey.
Datames, aunque estaba muy lejos de Catonia y sentía mucho dejar la empresa de Egipto, que era de más importancia, con todo eso, creyó que debía condescender con la voluntad del rey, y así se embarcó con algunos soldados, pocos pero de esfuerzo, previendo, como sucedió en efecto, que le sería más fácil vencer con un pequeño ejército al enemigo si lo cogía descuidado que con uno grande si estuviese prevenido.
Habiendo arribado a Cilicia, saltó en tierra y, caminando sin cesar días y noches, pasó el monte Tauro y llegó a su destino. Tomó lengua del lugar, donde residía Aspis y supo que no estaba lejos, y que había salido de caza.
Yendo en su busca, se supo la causa de su ida, y Aspis se preparó a la defensa con los písidas y algunos otros que tenía consigo. Luego que Datames lo oyó, tomó al punto sus armas y, ordenando a los suyos que le siguiesen, metió espuelas al caballo, dirigiéndose hacia el enemigo.
Aspis, viéndole ir derecho hacia él, se llenó de espanto y, abandonando el intento de hacer resistencia, se puso en manos de su contrario, que le cargó de cadenas y le entregó a Mitrídates para que le llevase al rey.
Capítulo V
Arrepentido Artajerjes de la orden comunicada a Datames, la revoca cuando este se hallaba ya de vuelta y le enviaba prisionero a Aspis. La felicidad de este triunfo le congracia más con el rey, mientras excita la envidia de los cortesanos, quienes se proponen perderle. Sabedor de ello, Datames se retira con los suyos a Capadocia y se liga en secreto con Ariobarzanes.
Mientras esto pasaba, reflexionando Artajerjes sobre la orden que había enviado al principal de sus generales, mandándole suspender una guerra de tanta importancia por acudir a una empresa de tan poca entidad, reconoció su yerro y, creyendo que Datames aún se mantendría en el ejército que estaba junto a Ace, le despachó un mensajero con orden de que se estuviese quieto.
Encontró este en el camino a los que venían con el prisionero. Como Datames con una ejecución tan pronta se hubiese insinuado mucho más en la gracia del rey, creció a proporción la envidia de los cortesanos, porque le veían más estimado que todos ellos, y así se unieron de común acuerdo para buscarle la perdición.
Pandates, tesorero del rey y amigo de Datames, le escribió avisándole de lo que pasaba, y del riesgo grande que corría si sucediese algún azar en la guerra que iba a hacer a Egipto, pues acostumbraban los reyes atribuir las pérdidas a los otros, y las victorias a su fortuna, con lo que se les hace fácilmente consentir en la ruina de los que se les dice que han dado mala cuenta de sí en sus empresas; le hacía asimismo ver que su riesgo era aún mayor por el odio mortal que le tenían aquellos de quienes el rey se dejaba gobernar más.
Datames, enterado del contenido de esta carta, habiendo ya llegado al ejército que estaba en Ace, estando bien cierto de la verdad del aviso, resolvió rebelarse contra Artajerjes, mas no hizo con todo eso cosa ajena de su felicidad, porque dejó el mando del ejército a Mandrocles, natural de Magnesia. Se retiró con los suyos a Capadocia y se apoderó de Paflagonia, que confina con ella, sin descubrir la disposición de su ánimo hacia el rey; hizo liga de secreto con Ariobarzanes, levantó gente y confió la defensa de las plazas fuertes a sus efectos.
Capítulo VI
Envía a su hijo contra los písidas y, sabedor de que había muerto en una batalla, acude en persona antes que se divulgue este funesto accidente. Le dicen que su suegro Mitrobarzanes se pasaba al enemigo; pero él contesta que lo ejecutaba de orden suya y que era preciso seguirle. Los písidas creyeron que efectivamente los engañaba Mitrobarzanes, y le atacaron, por lo que tuvo que pelear contra aquellos con los suyos, y Datames logró de este modo vencer a los enemigos y castigar a los traidores.
Mas no adelantaba mucho por ser tiempo de invierno. Oyendo que los písidas levantaban gente contra él, envió contra ellos a su hijo Arsideo con un ejército. Habiendo muerto el joven general en la batalla, marchó el padre contra los enemigos con un corto número de tropas, ocultando el golpe terrible que acababa de recibir con el deseo de llegar a vista de los contrarios antes que los suyos tuviesen noticia del mal suceso pasado, porque causaría la muerte de su hijo desaliento en su gente.
Llegó al paraje destinado y acampó en un lugar tan ventajoso que los enemigos con sus numerosas tropas no podían ni cercarle ni impedirle que tuviese pronta su gente para el combate. Se hallaba en su ejército su suegro Mitrobarzanes, que era general de la caballería, el cual, dando por perdido a su yerno, se pasó al enemigo.
Luego que Datames lo oyó, previendo que si se divulgaba la deserción de una persona tan allegada, seguirían los demás su ejemplo, hizo correr entre los soldados que Mitrobarzanes se había pasado de orden suya en son de desertor al campo de los contrarios para facilitar su rota recibido en él: que no era justo desampararle; y antes bien le debían todos seguir sin detención alguna: que como lo hiciesen con esfuerzo y valentía, era segura la victoria contra los enemigos, que se verían pasar a cuchillo dentro y fuerza de los reales.
Habiendo aprobado todos su resolución, sacó sus tropas de las líneas y fue en seguimiento de Mitrobarzanes. No bien había llegado este al campo enemigo, cuando Datames hizo la señal para acometer. Los písidas, sorprendidos de la novedad, se persuadieron a que los desertores iban de mala fe, y de acuerdo con Datames con el fin de hacerles más daño introduciéndose entre ellos, y así atacaron ante todas cosas a los traidores.
Estos, no sabiendo lo que les pasaba ni cómo los recibían tan mal, se vieron precisados a pelear en favor de los que acababan de desamparar contra los mismos a quienes se habían pasado; y no hallando cuarte ni en unos ni en otros, brevemente fueron todos pasados a cuchillo.
Después, Datames acometió a los písidas, que aún quedaban haciendo resistencia, y, habiéndoles derrotado, siguió el alcance de los que huyeron, mató un gran número y se apoderó de los reales.
De esta manera, con tan ingenioso ardid, se vengó de los desertores y triunfó sobre los contrarios, convirtiendo en provecho lo que se había tramado para su daño. Ciertamente no se hallará en la historia pensamiento de general ni más sagaz ni más prontamente ejecutado.
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Capítulo VII
Escismas, su hijo mayor, descubre la rebelión de su padre a Artajerjes, el cual despacha a Autofradates para sujetar a Datames, pero este, aunque no logró ocupar con tiempo los desfiladeros, acampó en sitio en que ni podían cercarle los enemigos ni pasar adelante.
Sin embargo, Escismas, hijo mayor de este gran hombre, se apartó de su obediencia, se pasó al rey y le dio cuenta de la rebelión de su padre.
Artajerjes entró en cuidado con la noticia, viendo que las había con un enemigo de esfuerzo y actividad, que tendría osadía para ejecutar lo que una vez hubiese pensado y no acostumbraba a emprender nada sin haberlo antes mirado muy despacio, y así despachó a Autofradates a Capadocia.
Datames procuró anticiparse a tomar los desfiladeros que sirven de puertas a Cilicia para impedir el paso al enemigo, mas no pudo juntar sus tropas con la presteza que era menester. Habiendo él frustrado este primer intento suyo, con la gente que había juntado acampó en un sitio tan ventajoso que ni le podían cercar los contrarios ni pasar adelante sin padecer mucho en pasos peligrosos, y ya que quisiesen darle batalla, sus muchas tropas no podrían hacer mucho daño al corto número que él tenía.
Capítulo VIII
Se resuelve Autofradates a dar batalla y lleva lo peor de ella, aunque tenía veinte veces más gente que Datames. Sigue este buscando ocasiones de pelear con ventaja, y la logra constantemente hasta tal punto que obliga al enemigo a pedirle la paz.
Aunque Autofradates veía todo esto, con todo resolvió dar la batalla antes que volver pie atrás con tan numerosas tropas o estarse mano sobre mano tanto tiempo en un mismo lugar.
Su ejército se componía de veinte mil soldados de acabalo bárbaros, cien mil de a pie, que ellos llaman cardacas, y tres mil honderos de esta misma gente, ocho mil capadocios, diez mil armenios, cinco mil paflagonios, diez mil frigios, cinco mil lidios, cerca de tres mil aspendios y písidas, dos mil cilicios, otros tantos capcianos, tres mil griegos tomados a sueldo y muchísima tropa ligera.
Datames no tenía la vigésima parte de gente, y así confiando únicamente en la ventaja del sitio que ocupaban los suyos y en ser él quien los mandaba, dio la batalla y mató muchos millares de enemigos, no muriendo más que unos mil de los suyos. Con motivo de esta victoria erigió un trofeo el día siguiente en el lugar donde se había dado la batalla.
Habiendo levantado el campo y saliendo en todos los reencuentros que tenía con el enemigo con tanta ventaja como este le hacía en tropas, porque nunca le daba batalla sino cuando le había metido en algún paraje estrecho, lo que lograba muchas veces porque tenía bien conocido el terreno y era muy sagaz, Autofradates, viendo que la guerra se alargaba con más daño y pérdida de parte del rey que de la de los contrarios, le exhortó a una paz amistosa para volver por este medio a la gracia de Artajerjes.
Datames, aunque veía que había poco que fiar de esta reconciliación, con todo aceptó el partido y ofreció enviar embajadores sobre aquel particular al rey. De este modo cesó la guerra que Artajerjes había emprendido contra Datames, con lo cual Autrofradates se retiró a Frigia.
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Capítulo IX
No se mitiga el odio del rey contra Datames, y le arma varias asechanzas, de que siempre se liberta. Astucia con que se salvó en cierta ocasión de una emboscada de los asesinos.
Mas Artajerjes, que había cobrado un odio mortal a Datames, viendo que no podía perderle con la fuerza, procuró lograrlo por medio de asechanzas, de las cuales escapó con felicidad las más veces.
Tuvo en una ocasión aviso de que algunos que pasaban por sus amigos procuraban matarle. Como los que le avisaban eran enemigos, le pareció que ni bien debía creer la noticia ni bien despreciarla. Quiso, pues, experimentar si era verdadera o falsa, y para esto tomó el camino en donde le habían dicho que estarían los traidores emboscados.
Eligió entre los suyos a uno que se le parecía muchísimo en el aire del cuerpo y la estatura, le puso su mismo vestido y le ordenó que fuese al lugar donde él solía, y él comenzó a caminar entre los guardias de corps, vestido como los demás soldados.
Los de la emboscada, cuando el escuadrón llegó adonde ellos estaban, acometen al Datames fingido, engañados por el lugar que ocupaba y por el vestido. Mas el verdadero (que llevaba prevenidos de antemano a los suyos para que estuviesen prontos para ejecutar lo mismo que le viesen hacer), luego que vio los de la celada salir corriendo hacia el que representaba su persona, disparó sin tardanza sus saetas contra ellos, y, haciendo los suyos lo mismo a un tiempo, cayeron atravesados de ellas antes de llegar al que querían acometer.
Capítulo X
Mitrídates promete al rey quitar la vida a Datames si le da licencia para hacer cuanto quiera, y, con el fin de conseguir su aleve designio, principia por fingirse enemigo de Artajerjes, hace muchos daños en sus provincias y parte el botín y el país conquistado con Datames, sin pedirle jamás ninguna entrevista.
Con todo, este hombre tan prudente y sagaz cayó en el lazo que le armó Mitrídates, hijo de Ariobarzanes. Prometió este al rey quitar la vida a Datames, como le diese licencia para hacer lo que quisiese, sin incurrir en su indignación, empeñando sobre esto su palabra real y dándole su diestra, como es costumbre de los persas.
Luego que lo logró, mostrándose resentido e irritado contra Artajerjes, levantó gente y, por medio de mensajeros, hizo alianza con Datames. Hacía varios daños en las provincias del rey; se apoderaba de los castillos y hacía grandes presas; de estas, parte distribuía entre los suyos, parte enviaba a Datames, a quien entregaba también muchos castillos.
Continuando en hacer esto por mucho tiempo, le hizo creer al fin, como a hombre, que se había empeñado en una guerra interminable contra el rey y, sin embargo, para no darle ocasión de sospechar algún trato doble, no solicitó hablarle ni llegar a vistas.
De tal manera cultivaba su amistad en ausencia que parecía que se mantenían unidos, no tanto en fuerza de los beneficios que se hacían mutuamente como del odio que ambos tenían al rey.
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Capítulo XI
Bajo pretexto de hostilizar mejor al rey, propone Mitrídates conferenciar con Datames en un lugar, en el que escondió previamente varias espadas. Después de haberse reunido con las precauciones acostumbradas, y aun de haberse separado los dos, Mitrídates desentierra una espada, vuelva a llamar a Datames como para mostrarle un sitio ventajoso para acampar y le atraviesa por la espalda.
Cuando le pareció a Mitrídates que tenía bien asegurado a Datames de esto, le hizo saber que era ya tiempo de levantar mayores ejércitos y hacer la guerra directamente a Artajerjes, y que, si no hallaba inconveniente, podían llegar a vistas en el lugar que más le acomodase para tratar sobre aquel asunto.
Pareciéndole bien a Datames, eligieron el tiempo y lugar en que se habían de hablar. Algunos días antes fue Mitrídates allá acompañado solamente de uno, de quien hacía entera confianza, y enterró en diversos parajes muchas espadas, poniendo cuidadosamente las señas para conocer el lugar de cada una. Cuando llegó el día señalado, uno y otro enviaron quien reconociese el sitio y sus personas, y, hecha esta diligencia, llegaron a hablarse.
Después de haber estado un rato en conversación, se despidieron, marchando cada uno por su parte. Estando ya Datames bien lejos, Mitrídates volvió al mismo sitio antes de llegar a los suyos, por no despertar alguna sospecha en él, y, como que quería descansar, se sentó en donde estaba enterrada en una de las espadas.
Desde aquí llamó a Datames, dándole a entender que se le había olvidado algo. Entretanto desenterró la espada y, teniéndola desnuda y cubierta con el vestido, cuando Datames llegaba, le dijo que después de despedidos, al retirarse, había observado cierto sitio que estaba a la vista, que era muy acomodado para acampar.
Estándosele señalando con el dedo y entretenido Datames en mirarle, le atravesó por la espalda con la espada y le mató antes que pudiese ser socorrido. De esta manera este gran hombre, que había habido a las manos a muchos, valiéndose de su prudencia, sin emplear contra ninguno la perfidia, vino a perecer por un falso amigo.