A continuación tienes uno de los personajes de los Hombres ilustres de Nepote, texto transcrito, modernizado, etc., por Francisco Javier Álvarez Comesaña para AcademiaLatin.com a partir de diversas fuentes.
El siguiente vídeo incluye una grabación de todas las Vidas (voz artificial); puedes usarlo a modo de audiolibro si te apetece. Inmediatamente después, un poco más abajo, tienes todo el texto.
Foción, capitán ateniense, fue muy estimado por Alejandro Magno por su desinterés y despego a las riquezas. Sobresalía tanto en la elocuencia que, cuando Demóstenes le veía levantarse para responder a sus objeciones, decía: «este es el hacha de mis discursos». Fue traidor a su patria, y por su descuido perdieron los atenienses el puerto del Pireo. Por esto le ajusticiaron públicamente el año tercero de la olimpiada 115. Otros dicen que murió inocente.
Capítulo I
Foción se distinguió, más que por sus hazañas militares, por sus virtudes, y señaladamente por su incorruptibilidad. A pesar de que ocupó los primeros puestos de la república, fue siempre pobre.
Foción, natural de Atenas, aunque fue muchas veces general de las armas y tuvo los empleos más honoríficos, con todo es mucho más conocido por la integridad de sus costumbres que por las hazañas militares. De estas no ha quedado memoria alguna, y de aquella dejó gran opinión y fama, por lo cual mereció el sobrenombre de Bueno.
Toda su vida fue pobre, habiendo podido ser muy rico con los muchos empleos y cargos supremos que el pueblo le confirió. En cierta ocasión desechó una gran suma de dinero que los embajadores de Filipo le ofrecían de regalo de parte de su amo el rey. Le instaban ellos para que la admitiese, poniéndolo por delante, que, aunque a él no le hiciese falta, debía a lo menos mirar por sus hijos, que con dificultad podrían conservar la mucha gloria que heredarían de su padre en medio de una suma pobreza; mas Foción les respondió: «Si mis hijos se parecieren a mí, este mismo palmo de tierra, que me subió a la alta dignidad en que me veo, bastará para mantenerlos; mas si han de degenerar de quienes son, no quiero cebar y alimentar a mi costa sus desórdenes».
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Capítulo II
En los últimos años de su vida cayó en el odio de sus conciudadanos, por haber tratado de entregar la ciudad de Atenas a Antípatro; por haber contribuido al destierro de Demóstenes, buen ciudadano y amigo suyo; y principalmente por su inacción y conducta cuando Nicanor atacó el puerto del Pireo.
Mas al fin, no habiendo experimentado ningún contratiempo hasta la edad de casi ochenta años, vino a ser el objeto del odio e indignación de sus compatriotas por el trato que hizo con Datames de entregar la ciudad de Antípatro.
También contribuyó para hacerle odioso el destierro de Demóstenes y otros que estaban reputados por ciudadanos beneméritos, el cual decretó la plebe por consejo de Foción. No solo ofendió entonces los ánimos porque miró mal por los intereses de la república, sino también por la poca fe que guardó con su amigo; porque Foción había subido a la dignidad en que se hallaba con la protección y favor de Demóstenes (que le promovía a los empleos para hacer oposición a Cares), y en algunas causas capitales había salido libre defendiéndole este famoso orador. Y en pago de esto, no solo no sacó la cara por él, viéndole en peligro, sino que antes le fue traidor.
Mas la causa que más influyó en su caída fue que, teniendo él el principal mando de Atenas, y avisándole Dercilo de que Nicanor, lugarteniente de Casandro, intentaba tomar por sorpresa el puerto del Pireo, y pidiéndole con instancia que tomase alguna providencia para que no cortasen los víveres a la ciudad, Foción aseguró a la vista de todo el pueblo que no había que temer, y que salía por fiador de lo que decía.
Sin embargo, Nicanor se apoderó poco después del puerto y, habiendo acudido los atenienses a las armas para echar de allí a los enemigos, porque Atenas en ninguna manera puede pasar sin él, Foción no solo no tocó al arma, sino que ni aun quiso ponerse al frente de los ciudadanos, que por sí mismos se habían puesto en armas.
Capítulo III
Estaba entonces dividida Atenas en dos facciones y, habiendo triunfado la enemiga de Foción, le acusaron ante el rey Filipo de haber entregado a traición el Pireo, y después le pusieron preso y enviaron a Atenas para que se procesase.
Estaba entonces Atenas dividida en dos facciones: la una llevaba la voz del pueblo, y la otra, la de los nobles, de la cual eran Foción y Demetrio de Falero. Ambas estaban fomentadas de la protección de los macedonios, favoreciendo el pueblo a Poliperconte, y los principales, a Casandro.
En este estado, Poliperconte echó de Macedonia a Casandro, con lo cual, quedando el pueblo superior, al punto condenó a muerte a los cabecillas de la facción contraria, y entre ellos a Foción y a Demetrio de Falero, obligándolos por este medio a salir de su patria, y envió embajadores a Poliperconte, solicitando la aprobación de todo lo hecho.
Foción marchó también allá y, apenas llegó, le mandaron dar sus descargos, según sonaba ante el rey Filipo; mas en la realidad, ante Poliperconte, que mandaba el reino. Habiéndole entonces acusado Agnonis de haber entregado a traición el puerto del Pireo a Nicanor, le arrestaron de orden del consejo, y le llevaron a la ciudad de Atenas, donde le hiciesen proceso según las leyes.
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Capítulo IV
Llega a Atenas Foción en un carro y, sin escuchar siquiera su defensa, le condenan a muerte, la cual sufre con resignación por saber que tal había sido el paradero de los más esclarecidos atenienses. Muere tan aborrecido de todos que ningún hombre libre se atreve a darle sepultura.
A su llegada a Atenas, adonde le condujeron en un carro porque ya no le permitían los años andar a pie, acudió mucha gente a verle. Algunos, acordándose de su antigua fama, tenían lástima del infeliz viejo; pero los más se mostraban muy irritados contra él por la sospecha de traición en la entrega del puerto del Pireo, y en especial porque en su vejez se había declarado contra los intereses del pueblo. Y así ni aun le permitieron hablar en su favor ni dar sus descargos, y, después de hechas algunas formalidades del derecho, le entregaron a los once varones, en cuyo poder los atenienses acostumbraban a poner a los que el público condenaba a muerte.
Cuando le llevaban al suplicio, le salió al encuentro Enfileto, que había sido su íntimo amigo, y le dijo llorando: «¡Ay, Foción! ¡Cuán sin razón padeces!». A lo cual Foción le respondió: «No me coge de susto, porque este paradero han tenido los más de los esclarecidos atenienses». Era tan grande el odio del vulgo contra Foción que ningún libre se atrevió a darle sepultura, y así le enterraron los esclavos.