A continuación tienes uno de los personajes de los Hombres ilustres de Nepote, texto transcrito, modernizado, etc., por Francisco Javier Álvarez Comesaña para AcademiaLatin.com a partir de diversas fuentes.
El siguiente vídeo incluye una grabación de todas las Vidas (voz artificial); puedes usarlo a modo de audiolibro si te apetece. Inmediatamente después, un poco más abajo, tienes todo el texto.
Lisandro, capitán lacedemonio, con el socorro del rey Ciro, hijo de Darío el Bastardo, rey de Persia, mató a tres mil atenienses en la batalla que les dio junto al río Egos, y les hizo rendir la ciudad de Atenas. Fue muerto por los tebanos en una batalla en el año primero de la olimpiada 96.
Capítulo I
Lisandro sujeta a los atenienses por lo indisciplinados que estaban y hace a los lacedemonios odiosos a toda Grecia, persiguiendo a cuantos se habían manifestado adictos a los atenienses y estableciendo en cada ciudad diez gobernadores con amplios poderes para que las conservasen a su devoción.
Lisandro lacedemonio dejó gran fama de sí, adquirida más por su felicidad que por su valor. Se sabe, sí, que abatió a los atenienses, que traían guerra contra los del Peloponeso hacía veintiséis años; pero se ignora de qué modo consiguió esto.
No sucedió ciertamente por el valor de su ejército, sino más bien por la falta de disciplina de sus contrarios, los cuales, no obedeciendo las órdenes de sus generales, esparcidos por los campos y abandonadas las naves, cayeron en poder de los enemigos. Con esto los atenienses se sometieron a los lacedemonios.
Lisandro, orgulloso con esta victoria, habiendo sido siempre antes faccioso y atrevido, de suerte se dejó llevar de su genio, que llegaron los lacedemonios a ser muy aborrecidos por Grecia, pues, diciendo frecuentemente los lacedemonios que la causa que ellos tenían para la guerra era esta, el debilitar la desmedida prepotencia de los atenienses, después que se apoderó Lisandro de la escuadra de los enemigos junto al río Egos, no intentó otra cosa que el tener bajo su dominio a todas las ciudades, pretextando que esto lo hacía por el bien de los lacedemonios, porque, echados de todas partes los que favorecían el partido de los atenienses, había elegido en cada ciudad diez sujetos, a quienes encargó el mando supremo y poder de todas las cosas.
En el número de estos no era admitido ninguno, sino el que o tenía con él tratado de hospitalidad o aseguraba bajo palabra de honor ser suyo.
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Capítulo II
Queda el gobierno en manos de las hechuras de Lisandro. Dio a conocer particularmente su crueldad y perfidia contra los tacios, a los que procuró engañar para que volviesen a sus casas los que estaban ausentes o escondidos, con el designio de matarlos, como lo ejecutó.
Establecido así en todas las ciudades el gobierno decenviral, todo se hacía a su voluntad. De su crueldad y perfidia basta proponer un caso por ejemplo, para no molestar a los lectores refiriendo muchas cosas sobre un mismo asunto.
Volviendo de Asia vencedor, y habiendo torcido el camino a Taso, quiso asolar esta ciudad por haber sido muy fiel a los atenienses, como si soliesen ser firmísimos amigos los que hubiesen sido constantes enemigos; mas advirtió que, si en esto no ocultaba su intención, se escaparían los tasios y procurarían poner a salvo sus cosas […] (1).
Capítulo III
Quitan los lacedemonios el gobierno decenviral e, irritado por esto Lisandro, se propone acabar con sus reyes. Conociendo que no podría conseguirlo sin tener de su parte a los sacerdotes de los principales templos, trata de sobornarlos, bien que en vano; y los de Júpiter le acusan ante los jueces de los lacedemonios, que le absolvieron. Muere en una expedición contra los tebanos. Escrito que se encontró en su casa.
Por esto sus ciudadanos abolieron el gobierno decenviral, que él había establecido, de lo cual muy resentido, tomó la resolución de extinguir los reyes de los lacedemonios; pero conocía que esto no podía hacerlo sin la ayuda de los dioses, porque los lacedemonios acostumbraban proponer todas sus cosas a los oráculos (1).
Primeramente intentó sobornar el oráculo de Delfos; y, no habiendo podido conseguirlo, se dirigió a Dodona (2). Rechazado también de aquí, dijo que había hecho ciertas promesas a Júpiter Amón que tenía que cumplir, creyendo que podría corromper más fácilmente a los africanos.
Con esta esperanza habiendo partido a África, le engañaron mucho los sacerdotes de Júpiter, porque no solo no pudieron ser corrompidos, sino que enviaron también embajadores a Lacedemonia, que acusasen a Lisandro de haber intentado corromper a los sacerdotes del templo.
Acusado de este delito y absuelto por las sentencias de los jueces, enviado al socorro de los orcomenios, fue muerto por los tebanos junto a Haliarto. Qué verdaderamente se había juzgado de él (3) fue una prueba clara la oración que se encontró en su casa después de su muerte, en la cual persuade a los lacedemonios de que, abolida la potestad real, le eligiesen a él con preferencia de todos por general para hacer la guerra, pero de modo que parecía que concordaba con el parecer de los dioses, que él confiado en su dinero no dudaba que tendría favorable. Se dice que le escribió esta oración Cleón de Halicarnaso.
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Capítulo IV
Pide Lisandro un certificado de su buena conducta a Farnabazo, y este, después de haber extendido uno lleno de elogios, que le leyó, al cerrarlo en su presencia, sustituye con disimulo otro, donde pintaba su perfidia y avaricia. Se presenta con él a los éforos, quienes, enterados de su contenido, lo entregan a Lisandro para que vea en él su más terrible acusación.
Y en este lugar no debe pasarse en silencio el hecho de Farnabazo, sátrapa del rey, pues, como Lisandro, general de la escuadra, hubiese cometido muchos excesos de crueldad y avaricia y sospechase que llegaría a los suyos la noticia de estas cosas, le pidió a Farnabazo que le diese un testimonio para los éforos de lo bien que se había portado haciendo la guerra y tratado a los aliados, y que sobre esto escribiese con cuidado (1), pues su autoridad sería en esto de mucho peso.
Farnabazo le responde francamente y escribió un informe muy extenso en que le da las mayores alabanzas. Este, habiéndolo leído Lisandro y aprobado, al tiempo de sellarlo, puso en su lugar Farnabazo otro sellado de igual tamaño, tan semejante que no podía distinguirse, en el cual manifestaba muy por menor su avaricia y perfidia.
Habiendo vuelto de aquí Lisandro a su casa, después de haber hablado delante del supremo magistrado todo lo que quiso en orden a sus hazañas, entregó en prueba el testimonio que le había dado Farnabazo. Este, habiéndolo leído los éforos, retirado Lisandro, se lo dieron a él para que lo leyese. Así él, inadvertido (2), fue su mismo acusador.
Notas
Capítulo II
(1) Todos los manuscritos de Nepote tienen una laguna en esta parte.
Capítulo III
(1) Consultar en todos sus negocios con los oráculos.
(2) Al oráculo de Dodona. Esta es una ciudad de Epiro donde había un templo consagrado a Júpiter.
(3) De lo fundado que fue el juicio que se había formado de él.
Capítulo IV
(1) Haciéndole favor. Encareciendo su mérito.
(2) Por su imprudencia.