A continuación tienes uno de los personajes de los Hombres ilustres de Nepote, texto transcrito, modernizado, etc., por Francisco Javier Álvarez Comesaña para AcademiaLatin.com a partir de diversas fuentes.
Pelópidas, general tebano, después de haber sido desterrado de su patria, se juntó con doce jóvenes que también habían sido desterrados y, entrando en Tebas, acabó con los tiranos de la ciudad y la libertó de su tiranía. Murió a flechazos el año primero de la olimpiada 104 en una batalla que se dio contra un tirano de Tesalia.
Capítulo I
Dificultad en escribir la vida de Pelópidas por ser preciso tejer la historia de los sucesos en que intervino. Fébidas lacedemonio se apodera, con la ayuda de algunos traidores, de la fortaleza de Tebas, de donde sale desterrado Pelópidas como uno de los cabezas del partido nacional.
Pelópidas, natural de Tebas, es más conocido por los historiadores que por el vulgo. De sus virtudes no sé de qué manera tratar, porque, por un lado, recelo que, si comienzo a explicar las cosas, crea el lector que más es esta una historia que la vida de este héroe; y por otro temo que, tocando solo por alto las cosas, no lleguen a entender la grandeza de Pelópidas los que ignoran la lengua griega. Mas atajaré en cuanto pueda ambos inconvenientes, atendiendo así tanto a no fastidiar a mis lectores como a dejarlos instruidos.
Marchando Fébidas de Lacedemonia al frente del ejército espartano a Olinto, y pasando por Tebas, se apoderó de la fortaleza de esta ciudad llamada Cadmea, instigado por unos pocos ciudadanos que miraban por los intereses de los lacedemonios para poder más fácilmente resistir la facción contraria.
Los espartanos, que no habían dado orden a Fébidas para semejante procedimiento, le castigaron imponiéndole una multa, sin que por eso restituyesen la fortaleza a los tebanos, pensando que, ya una vez enemistados, valía más tenerlos enfrenados de aquella manera que dejarlos en libertad, porque les parecía que, después de acabada la guerra del Peloponeso y de la victoria conseguida de Atenas, solo les podrían dar que hacer los tebanos, que eran los únicos que se atreverían a hacerles frente.
En esta idea dieron los primeros empleos a sus apasionados, y mataron o desterraron las cabezas de la facción contraria. Esta última suerte cupo a este Pelópidas, a cuya vida hemos dado principio.
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Capítulo II
Pelópidas y los otros desterrados no cesaban de trabajar desde Atenas para devolver la libertad a su patria. Señalado el día en que debía darse el golpe, entraron en Tebas doce solamente, disfrazados de cazadores, y se fueron a casa de Caronte, con quien tenían trato.
Casi todos los desterrados se refugiaron en Atenas, no con el ánimo de estarse ociosos, sino para procurar desde cerca la libertad de su patria en la primera ocasión que la fortuna les presentase.
Cuando les pareció tiempo de poner en ejecución su empresa, eligieron de común acuerdo con los que eran de su mismo sentir en Tebas el día para acabar con sus enemigos y libertar la ciudad, y fue el mismo en que se celebraba un banquete a que asistían los supremos magistrados.
Verdad es que algunas veces con pocas fuerzas se ejecutaron grandes designios, mas ciertamente jamás con tan débiles principios se consiguió la ruina de tan gran poder, porque solos doce de los desterrados marcharon a Tebas, no siendo más que cien los que se ofrecían a tan inminente riesgo, y estos pocos trastornaron el poder de los lacedemonios, porque en la realidad tanto hicieron la guerra a los espartanos que tenían entonces el principal mando en Grecia como a los tebanos de la facción contraria, y así la soberbia dominación espartana, a quien este golpe había hecho estremecer, acabó de caer poco después en la batalla de Leuctra.
Aquellos doce, pues, bajo el mando de Pelópidas, salieron de Atenas a hora que pudiesen llegar a Tebas al oscurecer, llevando perros de caza y redes, con vestidos de campo para caminar sin dar sospechas. Habiendo llegado a Tebas justamente a la hora que habían deseado, se fueron a casa de Caronte, que era el que les había señalado el tiempo y el día para la empresa.
Capítulo III
Por haber despreciado los magistrados el aviso sobre la conspiración que se les dio con tiempo, pierden la vida ellos y sus principales partidarios, pues los conjurados recobraron, con el auxilio de los buenos patricios, la fortaleza y expulsaron a los lacedemonios.
Aquí quiero advertir, aunque interrumpa mi discurso, los grandes daños que suele acarrear la demasiada confianza, porque al punto llegó a oídos de los magistrados tebanos la noticia de la entrada de los desterrados en la ciudad; mas ellos, que estaban cebados en el comer y beber, hicieron tan poco caso del aviso que ni aun cuidaron de hacer alguna pesquisa sobre el caso.
Y hubo una circunstancia que prueba más su locura, y fue que Arquias, supremo magistrado de Tebas, estando ya recostado para comer, recibió una carta en que Arquias Hierofante de Atenas le daba un aviso muy circunstanciado de la partida de los desterrados, y él la arrojó así cerrada como venía debajo del estrado en que estaba recostado, diciendo: «Dejo para mañana los asuntos serios».
Mas todos ellos, entrada la noche, fueron muertos en su embriaguez por los desterrados, a cuya frente iba Pelópidas. Hecho esto, apellidando libertad y tocando alarma, concurrieron no solo los que estaban en la ciudad, sino también los de las aldeas de alrededor; echaron por fuerza de la fortaleza la guarnición lacedemonia; libertaron a su patria de aquel freno; y dieron muerte o desterraron a los que habían aconsejado la sorpresa de la ciudadela.
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Capítulo IV
A Pelópidas se debe exclusivamente la libertad de Tebas en esta ocasión. En las posteriores trabajó siempre de acuerdo con Epaminondas, y no puede ya figurar sino en segunda línea.
En este tiempo tan revuelto, Epaminondas, como dejo dicho, se estuvo quieto en su casa, mientras duró la refriega entre los ciudadanos. Y así la gloria de la libertad de Tebas es propia de Pelópidas, en la que resultó de casi todas las otras heroicas acciones tuvieron igual parte él y Epaminondas, porque en la batalla que Epaminondas dios a los lacedemonios junto a Leuctra, Pelópidas mandaba el escuadrón escogido, que fue el que primero derrotó la falange de los espartanos.
También se halló Pelópidas en los demás riesgos en que Epaminondas, como cuando este atacaba Esparta, mandó una de las alas del ejército, y para el más pronto restablecimiento de Mesena partió por embajador a Persia. Finalmente fue Pelópidas uno de los dos grandes hombres que tuvo Tebas, pero fue el segundo, porque el primer lugar le toca a Epaminondas.
Capítulo V
Entre los varios reveses que Pelópidas sufrió, se cuenta el haber sido puesto en la cárcel por el tirano Alejandro Fereo. Le hizo después la guerra y, como le divisase en el calor de la batalla, se adelantó solo contra él, y cayó atravesado por muchos dardos. Todas las ciudades de Tesalia manifestaron públicamente cuán sensible les era su pérdida.
Tuvo que sufrir varios reveses de la fortuna, porque al principio, como dijimos, estuvo desterrado de su patria, y después, deseando reducir Tesalia a la obediencia de los tebanos, creyendo que le daba bastante seguridad el derecho de embajador, que entre todas las naciones suele ser sagrado, fue arrestado junto con Ismenias y puesto en prisión por orden del tirano Alejandro Fereo.
Habiéndole puesto en libertad Epaminondas, haciendo guerra al tirano, jamás pudo perder el encono contra el que le había ofendido, y así persuadió a los tebanos para que marchasen al socorro de Tesalia y expulsaran de ella a los tiranos.
Le dieron el mando del ejército y, marchando allá con sus tropas, luego que avistó al enemigo determinó dar la batalla. Cuando en ella reconoció a Alejandro, ardiendo en ira, espoleó hacia él su caballo y, alejándose mucho de los suyos, cayó atravesado de los dardos que de muchas partes le tiraban.
Sucedió esto cuando ya la victoria se declaraba en su favor, yendo ya de vencida los enemigos, y así todas las ciudades de Tesalia le premiaron, aunque muerto, con muchas coronas de oro, y levantaron en su honor muchas estatuas de bronce, dando a sus hijos muchas tierras.