A continuación tienes uno de los personajes de los Hombres ilustres de Nepote, texto transcrito, modernizado, etc., por Francisco Javier Álvarez Comesaña para AcademiaLatin.com a partir de diversas fuentes.
El siguiente vídeo incluye una grabación de todas las Vidas (voz artificial); puedes usarlo a modo de audiolibro si te apetece. Inmediatamente después, un poco más abajo, tienes todo el texto.
Trasíbulo, general ateniense, echó de Atenas a los treinta tiranos que se habían establecido en ella después de la batalla del río Egos. Disponiéndose para dar una batalla naval a los lacedemonios, fue muerto por los ciudadanos de Aspenda, en la Panfilia, en el año tercero de la olimpiada 97.
Capítulo I
Valor de Trasíbulo, y cuánto influyó en todas las acciones distinguidas de Alcibíades, aunque este se llevó por entero la gloria, mas nadie le disputa la de haber libertado Atenas de los treinta tiranos impuestos por los lacedemonios ni de haber sido el único que se atrevió a declararles la guerra.
Trasíbulo, hijo de Lico, fue natural de Atenas. Si se ha de considerar el valor por sí solo, sin la fortuna, dudo si ponga a este el primero. Sin duda ninguno lo prefiero en fidelidad, firmeza, grandeza de ánimo y amor a la patria, pues lo que muchos han querido y pocos lo han podido conseguir, librar a su patria de un solo tirano, a este le tocó (1) sacar de la esclavitud a la libertad a su patria, oprimida por treinta tiranos. Mas yo no sé cómo, no aventajándole nadie en estas virtudes, muchos le excedieron en celebridad.
Primeramente en la guerra del Peloponeso Trasíbulo hizo muchas hazañas sin Alcibíades, y Alcibíades ninguna sin Trasíbulo, todas las cuales Alcibíades se las apropió por cierta gracia natural (2); mas no obstante, todas ellas son comunes a los generales con los soldados y la fortuna (3), porque en el conflicto de la batalla el éxito pasa de la prudencia del general a las fuerzas y valor de los que pelean (4), y así el soldado por un derecho suyo se apropia del general algunas cosas, y muchas más la fortuna (5), y esta puede decir con verdad que ha tenido aquí más poder (6) que la prudencia del general.
Así aquel tan grande hecho de Trasíbulo es suyo propio, pues, teniendo oprimida en esclavitud a Atenas treinta tiranos, puestos al frente por los lacedemonios, habiendo a muchos ciudadanos a quienes la fortuna había perdonado en la guerra a unos desterrado de la patria, a otros dado muerte, y confiscado y repartido entre sí los bienes de otros muchos, él no solo como cabeza, sino solo al principio, les declaró la guerra.
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Capítulo II
Por ser tan pocos los que le siguieron al principio, le desprecian los tiranos dándole tiempo para que se refuerce y se ponga en estado de rechazarlos y de matar en una batalla a Critias, el principal de ellos. Prohíbe Trasíbulo que se haga daño a los que se rindan y que se despoje a los muertos.
Cuando este se retiró a File, que es un castillo muy fuerte en el Ática, no tuvo consigo más de treinta de los suyos (1). Este fue el principio de la salvación de los atenienses; esta, la fuerza de la libertad de aquella ciudad (2) tan esclarecida. Y primeramente no fue este el despreciado por los tiranos, sino su soledad (3), lo que causó su ruina a los que le despreciaban, y la salvación a este despreciado, pues esto (4) a aquellos los hizo tardos (5) para perseguirle, y a estos más robustos, habiéndoseles dado tiempo para reforzarse, por lo que debe estar más en memoria de todos (6) aquel precepto: «que en la guerra nada se debe despreciar»; y que no se dice sin causa: «que la madre del temeroso (7) no suele llorar».
Con todo, no se aumentaron las fuerzas de Trasíbulo según su opinión (8), porque ya en aquellos tiempos los buenos con más entereza hablaban que peleaban en favor de la libertad. De aquí (9) pasó al Pireo, y fortificó Muniquia. Esta, por dos veces la acometieron los tiranos a atacarla, y, rechazados de ella vergonzosamente, se retiraron sin detención huyendo a la ciudad, perdidas las armas y equipajes.
Trasíbulo usó en esta ocasión no menos de su prudencia que de su valor, pues no permitió que se agraviase a los rendidos, pareciéndole justo que ciudadanos perdonasen a ciudadanos; y a nadie se hirió, sino al que quiso acometer el primero. A ningún caído en tierra (10) despojó del vestido. A nada tocó, sino a las armas (11) de que carecía y lo perteneciente al alimento (12).
En la segunda batalla murió Critias, el principal de los tiranos, peleando con el mayor denuedo contra Trasíbulo.
Capítulo III
Llega a la sazón Pausanias en socorro de los atenienses y se restablece la paz en Atenas, publicando Trasíbulo una amnistía, la cual hizo guardar puntualmente a despecho de los mismos que le habían ayudado en su empresa.
Muerto este (1), Pausanias, rey de los lacedemonios, fue al socorro de los atenienses. Él ajustó la paz entre Trasíbulo, y los que tenían el gobierno de la ciudad, con estas condiciones: «que a nadie se desterrase, sino a los treinta tiranos, y a los diez que, habiéndose nombrado después gobernadores, habían usado de la costumbre de la anterior crueldad (2), ni se les confiscasen los bienes, y que se devolviese el gobierno al pueblo».
Es también un hecho el más ilustre de Trasíbulo el que, conciliada ya la paz y teniendo mucho poder en la ciudad, estableció una ley: que nadie fuese acusado de las cosas pasadas antes ni fuese castigado (3); y a esta ley la llamaron amnistía, o sea, «ley del olvido». Y procuró no solo que se diese esta ley, sino que hizo que se observase, pues, queriendo algunos de los que habían estado desterrados juntamente con él dar muerte a aquellos con quienes habían sido reconciliados, se lo estorbó a nombre del público, y cumplió lo mismo que había prometido.
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Capítulo IV
Los atenienses le dan por toda recompensa una corona de olivo, y él no solicita otra de mayor precio. Habiendo llegado a Cilicia y hallándose en el cerco de una ciudad, hacen los sitiados una salida y le matan en su propia tienda, por estar descuidados los centinelas.
A este le dio el pueblo por tan señalados servicios una corona de honor hecha de dos varitas de oliva, que, habiéndosela adquirido el amor de los ciudadanos y no la fuerza, no le atrajo ningún odio; antes sí le fue de grande gloria.
Bien, pues, dijo aquel Pítaco que se cuenta en el número de los siete sabios (1), cuando los mitileneos le regalaban muchas yugadas de tierra: «No queráis, os ruego —les dice—, darme cosa que muchos envidien, y muchos más apetezcan. Así de estas no quiero más que cien yugadas que manifiesten mi moderación y vuestra buena voluntad, porque los dones pequeños suelen ser duraderos, pero los grandes, no propios» (2).
Contento, pues, Trasíbulo con aquella corona, ni pretendió más, y estuvo siempre entendido que ninguno le aventajaba en honor. Este, posteriormente, habiendo arribado con la escuadra a Sicilia, siendo él el comandante, no haciéndose los centinelas en sus reales con el cuidado que debían, fue muerto por los bárbaros en su misma tienda, habiendo estos hecho una salida de noche de la ciudad.
Notas
Capítulo I
(1) Este logró.
(2) Sin embargo Alcibíades se alzó con toda la gloria de estas acciones, por cierta gracia natural que tenía para manejarse.
(3) En las acciones militares entran en parte con los generales los soldados y la fortuna.
(4) Porque, trabada la batalla, el buen o mal éxito de la acción no depende ya de la pericia del general, sino del valor y esfuerzo de los combatientes.
(5) Por tanto el soldado tiene un derecho legítimo a una parte de la gloria del general, y otra aún mayor la fortuna.
(6) Que ha tenido mayor influjo en la victoria.
Capítulo II
(1) Que siguiesen su partido.
(2) Con que consiguió su libertad aquella ciudad.
(3) Sino el considerarle solo.
(4) Este desprecio de la conjuración.
(5) Los retrasó.
(6) Deben todos tener muy presente.
(7) Del que teme el riesgo que amenaza y a contsecuencia toma las precauciones debidas.
(8) Como él pensaba.
(9) De File.
(10) A ningún muerto en el combate.
(11) No tomó otra cosa sino las armas.
(12) Y los víveres.
Capítulo III
(1) Critias.
(2) Que habían sido tan crueles como los tiranos anteriores.
(3) Que a nadie se le formase causa ni se le castigase por lo pasado.
Capítulo IV
(1) ¡Qué bien dijo Pítaco, uno de los siete sabios de Grecia!
(2) No gozarse mucho tiempo.